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EL PARADIGMA ANTROPOCENTRISTA

EL PARADIGMA ANTROPOCENTRISTA Nosotros nos queremos necesarios, inevitables, ordenados desde siempre. Todas las religiones, casi todas las filosofías, una parte de la ciencia, atestiguan el incansable, heroico esfuerzo de la humanidad negando desesperadamente su propia contingencia .

(Jacques Monod: El Azar y la Necesidad)

Ciertas posiciones de corte evolucionista no se resignan no se resigna, como expresa el texto de Monod reseñado, a reconocer la contingencia de nuestra especie biológica, pues de no entenderlo de ese modo, no entenderían nada, ni el principio finalista que conforme a las mismas rige el proceso evolutivo ni la cima de la evolución. La anatomía del mono no es la clave de la anatomía del hombre ni la anatomía del hombre es la clave de la anatomía del mono. Dejemos atrás el siglo XIX con sus descubrimientos y las fantasías animistas y progresistas que siguieron a esos descubrimientos.

La estructura de Homo Sapiens, a la vista de lo que hoy ya sabemos, no podemos considerarla no es referente ni absoluto ni relativo del proceso de hominización y menos aún del proceso de evolución general. Tampoco se puede proceder relacionando la proximidad temporal de sus antecesores y parientes extinguidos con su proximidad anatómica. Un pariente contemporáneo suyo Parantropus, fue un homínido que emprendió un proceso evolutivo distinto al que siguieron sus contemporáneos pertenecientes a la línea homo.

El Australalopithecus Robustus, tan bípedo y erguido como sus parientes del género homo, adoptó una anatomía distinta a éstos últimos: cresta sagital, fuerte mandíbula y enormes molares. Se transformó en un masticador de raíces y alimentos duros y, por tanto, sus rasgos son "menos humanos" (eso exclamó justamente su descubridor, Louis Leakey, con rostro de admiración al componer el rompecabezas del cráneo de uno de estos especímenes) que los de algunos de sus antecesores como Australopithecus Africanus. Esto no significa, ni mucho menos, que estuviese "menos evolucionado" que aquellos, con todas las connotaciones valorativas que implica este término. La secuencia evolutiva de Parantropus, de Parantropus Aethiopicus a Parantropus Robustus y de este a Parantropus Boisei pone de manifiesto la selección de los caracteres mandibulares con tendencia a una más intensa molarización. Lo único que podemos deducir es que adoptó una estrategia evolutiva distinta encaminada hacia una cierta especialización biológica (como veremos más adelante homo optó por la inespecialización morfo-estructural y a una mayor cerebralización que se traducía en el crecimiento de la caja craneana ligado a la progresiva atrofia de la mandíbula).

Nadie nos puede garantizar que una especie o primate “elegido” se hallara incluido en la esencia de los australántropos Afarensis o Africanus esperando a emerger para, en un momento determinado, llegar a heredar la Tierra ni que la existencia de las anteriores especies no tengan una justificación en sí misma más que por el hecho de ser los hitos o momentos previos a la configuración del homo sapiens. En la evolución no existen la especies provisionales ni las especies definitivas. Todas son provisionales y definitivas a un mismo tiempo, todas se justifican en sí y por sí mismas. El que el contemporáneo a erectus, parantropus, desapareciera sin vestigios ni descendencia o ramificación biológica hace poco más de un millón de años, el hecho de que sucumbiera en el proceso selectivo no nos debe hacer pensar que fuera un error de la naturaleza, que esas características anatómicas sin una alta masa cerebral no pudieran tener viabilidad a largo plazo porque quienes estábamos predestinados a contar con pies, manos y posición erguida éramos nosotros exclusivamente.

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