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LA AUTORIA DE LOS EVANGELIOS

Cuando una verdad se considera definitiva e inapelable lo normal es que se encuentren enormes resistencias para desmontarla.

Todos dan por hecho que cada uno de los cuatro evangelios tienen su propio autor, pero una cosa son las certezas que suministra la tradición cristiana y otra cosa muy distinta las conclusiones a las que se llega mediante el estudio lingüístico, literario e histórico de los textos.

Desde el punto de vista histórico comprobamos que para los apologistas de los primeros siglos

Clemente de Roma, Ignacio de Antioquia, Policarpo de Esmirna el autor de la Epístola de Bernabé.

Contamos, por supuesto, con el testimonio del inigualable Eusebio de Cesarea, el primer historiador de la Iglesia unánimemente reconocido por su escrupulosa objetividad e imparcialidad, acerca de Papías, que ya a comienzos del siglo I se refería a un documento suyo curiosamente hoy perdido que hablaba de los evangelios de Mateo y Marcos.

Entonces viene a colación la siguiente pregunta: ¿por qué aparecen los cuatro evangelios juntamente con sus cuatro respectivos autores casi siglo y medio después de que transcurrieran los hechos?

Lo lógico y normal hubiera sido que la autoría e identificación de los textos citados fuese conocida directamente por las comunidades cristianas destinatarias nada mas ser elaborados por sus respectivos autores. Siendo de sobra conocido Marcos el evangelista a partir del año 40, fecha en que redactó su evangelio, ¿Por qué nadie sabe nada de él cien años después? ¿por qué quienes se suponen los testigos mas directos, compañeros en la fe de sus autores, parecen desconocerlos?

Hay algo que suena bastante extraño en todo este embrollo. Por un lado, San Pablo habla de su propio evangelio, el que a el directamente le ha sido revelado, ¿Por qué Bernabé siquiera los menciona en su epístola? ¿Por qué no es hasta bien entrado el siglo II cuando se hace alguna que otra referencia a citas evangélicas aunque sin identificarlas por el autor y su procedencia?

¿Por qué tanto Pablo, como Santiago, como la Didaché para predicar el amor al prójimo tienen que recurrir al Levítico 19:17 y no a las propias palabras del maestro? Hay algo extraño en todo esto, extraño y a la vez sospechoso.

Para encontrar la primera pista tendremos que remontarnos a mediados del siglo II, al apologista San Ireneo de Lyon, quien en Adversus Haereses III, 8 hace la siguiente declaración:

"La Iglesia siempre y en todas partes ha defendido y defiende que los cuatro Evangelios tienen origen apostólico. Pues lo que los Apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, ellos mismos y los varones apostólicos nos lo transmitieron por escrito, como fundamento de la fe, es decir, el Evangelio en cuatro redacciones, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan “

Se trata de la primera declaración ortodoxa que conocemos. El texto es polémico, pues si conocemos la estructura del cristianismo de los primeros siglos comprobaremos que no existe una unidad de credos ni una ortodoxia indiscutible en torno a la iglesia romana, las iglesias (comunidades, sería mas correcto) orientales tienen un peso decisivo, el cristianismo gnóstico se extiende de oriente a occidente.

¿Cuál es el problema que presentaban los cristianos gnósticos frente a la que intentaba despuntar como la Iglesia apostólica oficialista? Muy fácil: no reconocían una jerarquía, ni una tradición, ni una legítima sucesión apostólica ni fundamento alguno en el que pudiera basarse un principio de autoridad legítimo e indiscutible.

Ireneo, en esa dirección, traza una sucesión de Papas romanos hasta su presente, desde los apóstoles Pedro y Pablo, así como unas enseñanzas directamente transmitidas por los doce apóstoles, legítimos depositarios de la palabra de Cristo a partir de Pentecostés.

Ireneo busca la legitimidad frente a la dispersión gnóstica de valentinianos, marcionistas, basilidianos, que amenazan con romper la unidad de doctrina y de dogma. Desde entonces, la iluminación interior no existe siempre y cuando no se inscriba en la jerarquía y en los depositarios de la legitimidad.

 

¿Por qué cuatro evangelios, por qué cuatro evangelistas?

En esta tarea de recopilación de textos, estos no podían figurar como textos de autores desconocidos, como colecciones de “logia” de una comunidad indeterminada, era preciso ir a la búsqueda de autor y que su autor no fuera cualquiera. En este sentido, el fragmento Muratori, a finales del siglo II, establece el canon del Nuevo Testamento que integraba los cuatro Evangelios, el Apocalipsis de San Juan, trece cartas de San Pablo y Sabiduría, entendiéndose que ya han sido depurados los evangelios heréticos como textos espúreos y ponzoñosos.

De hecho, no existen pistas de que el Evangelio de Mateo nos lleve a Mateo, ¿qué Mateo?, a Lucas ¿qué Lucas?, a Marcos, ¿qué Marcos? o a Juan ¿qué Juan? ni su encabezamiento hace referencia a los mismos ni se sabe exactamente quienes son.

Se da por hecho que el autor del cuarto evangelio es el mismo autor que el de las epístolas que le han sido atribuidas y del Apocalipsis, algo que incluso pone en tela de juicio el propio Dionisio de Alejandría, discípulo de Orígenes, quien ya en su época advertía que el Apocalipsis estaba escrito en un griego rudimentario, estilo muy distinto al usado para la composición del Cuarto Evangelio, escrito en un griego bastante mas culto y refinado, el caso es que, mientras el Evangelio de Juan es anónimo el Apocalipsis tiene un autor llamado Juan, pero, ¿Es el mismo Juan apóstol?

si bien es cierto que los autores de los textos son desconocidos y las atribuciones seudoepigráficas son mas bien tardías ya que fueron establecidas a lo largo del siglo II, cada uno de los textos parece ser el canon seguido por distintas comunidades cristianas o judeocristianas.

Los textos divergen entre sí tanto en lo referente a la estructura narrativa como a la estructura teológica.

En Marcos se ve una clara orientación paulina, así como en Lucas, en Mateo la tendencia se encuentra algo mas escorada a la sinagoga y al cumplimiento de la Ley mosaica y, finalmente, en torno a Juan se ha hablado de una comunidad joánica que usa fuentes distintas a los sinópticos, que introduce conceptos griegos como el del logos preexistente y que polemiza, mas que con la casta sacerdotal farisea, contra los judíos, entendidos estos como los habitantes de Judea en relación a los de Galilea.

El hecho es que de las corrientes gnósticas gentiles mas destacadamente antijudías destaca la de Marción, cuya comunidad acepta exclusivamente como único evangelio el de Lucas, desprovisto previamente de sus connotaciones judías.

Se habla incluso de un quinto evangelio, el evangelio copto de Tomás, apócrifo descubierto en Chenosboskión, que, mas que un evangelio es una colección de máximas, de "logia" de Jesús, y que entronca directamente con la fuente Q común a Mateo y Lucas.

Obviamente, la primera literatura cristiana no surge como tal sin su previo baño de helenismo: el idioma original es el griego y su estructura narrativa es la de las "vitae" grecorromanas, tendencia esta que se ve mas acusada en Lucas.

La unificación del canon operó como una unificación de comunidades y tendencias. Puede que hoy nos sorprenda que teologías diferentes fueran aunadas en un solo cuerpo doctrinal, pero en su momento fue una misión audaz. La misma naturaleza de Cristo varía de un texto a otro.

Marcos empieza su narración con el bautizo en el Jordán, momento en que DIos Padre lo acoge como hijo. La teología marquiana prescinde de la filiación divina tal como sucede en Mateo y Lucas, no afirma la divinidad de Jesus sino su adopción de este como hombre por DIos, es por tanto, adopcionista y todo gira en torno al secreto mesiánico y al kerigma de salvación.

Mateo y Lucas, empiezan por el nacimiento, estableciendo directamente la filiación divina, aunque sus prólogos hacen una concesión al medio judío, de forma notoriamente contradictoria, sentando su genealogía legitimadora de su ascendencia real.

Por fin, Juan prescinde de ambos conceptos, tanto del adopcionista como el de la filiación para atribuirle la categoría del Logos griego preexistente reencarnado.

 

 


1 comentario

nike shox o'nine -

Comparison, more than reality, makes men happy or wretched.