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Juan Pablo II

Juan Pablo II

Para apartarme de las hagiografías oficiales abro este nuevo post sobre lo que supuso el pontificado de Juan Pablo II en los últimos 25 años.

Para mí, obviamente, no es el gran hombre que nos quieren dibujar, aunque para la Iglesia, y su sucesor, es algo mas que un gran hombre, es un Santo en construcción, un hombre ungido por la divinidad prácticamente.

Desde luego hay que reconocerle sus méritos. Fue un habil estratega y un político inteligente que supo, en todo momento, cuales fueron las necesidades de la institución a la que sirvió y sus resultados fueron notablemente satisfactorios.

No se si llegó a estudiar el Príncipe de Maquiavelo, aunque, de hecho bien que lo puso en práctica. Supo dar una de cal y otra de arena y, si puso en práctica una máxima fue esa: el fin justifica los medios.

Y, siendo el fin la pervivencia de la Iglesia y la aniquilación de su principal amenaza, el comunismo ateo, no dudó en llegar hasta las mismas alcantarillas y para ello puso en funcionamiento una oscura trama mafiosa-financiera entre el Banco Ambrosiano, Gelli, el Jefe de la Logia P2, el Opus Dei y la CIA encaminada a operaciones de blanqueo de dinero, bajo el conveniente sello del Vaticano para su desvío ulterior a la financiación de operaciones terroristas de la ultraderecha en latinoamérica y, en general, en todo el Tercer Mundo, dirigido por el entonces llamado Banquero de Dios, Monseñor Marcinkus.

El sospechoso "suicidio" del banquero Calvi apunta en dirección a la jerarquía eclesiástica y, en primer término, al Papa de la corrupción, Juan Pablo II. Igualmente, la sospechosa y repentina muerte de su antecesor en el cargo, Albino Luciani, apunta en dirección a Wojtyla y a los intereses que el mismo representaba.

Bajo Juan Pablo II el Opus alcanza la mayor proyección política de su historia. EL Opus Dei saca de la quiebra literalmente las finanzas vaticanas e interviene directamente en la financiación del sisdicato polaco Solidarnosc así como al hombre de Wojtyla en Polonia, Lech Walesa.

El Opus obtiene, como compensación, una prelatura personal del Vaticano así como la beatificación y canonización en tiempo record de su fundador. Aunque parezca una historia de emperadores romanos y la Iglesia, al fin y al cabo, es su heredera, ese Papa construye en torno suyo una guardia pretoriana formada por influyentes miembros del Opus Dei como Navarro Valls y Martínez Somalo que son los que diseñan los rasgos de su política.

No podemos pasar por alto, por supuesto, su amor a los dictadores ultraderechistas y aquí lo vemos en plena compenetración con Augusto Pinochet.


Sobre las alcantarillas nos encontramos con la otra proyección de Juan Pablo II, la de un Papa populista que conoce todos los resortes del histrionismo (de algo había de servirle su antigua afición al teatro) y la venta pública de su imagen.

 

uan Pablo II se da cuenta muy pronto que un frente olvidado por sus antecesores y del cual podía obtener una amplia ventaja política es el de la superstición y la santería. La política de canonizaciones, paralizada por su antecesor Pablo VI, se reactiva nuevamente. Incluso los requisitos para la beatificación y canonización se flexibilizan y simplifican.

Bajo su pontificado celebra 147 ceremonias de beatificación donde proclama 1.338 beatosy 51 ceremonias de canonización, con un total de 482 santos, es decir, como para llenar varios almanaques. Pone sus miras en la Guerra Civil española donde encuentra un buen filón y, por supuesto, mira hacia Latinoamérica.

Descubre que en Latinoamérica amenaza, desde las filas del propio catolicismo, la Teología de la Liberación, que pronto se encarga de condenar, reduciendo al silencio a Boff e incluso recibiendo de malos modos a Monseñor Romero de El Salvador, para el un aliado objetivo del comunismo en un momento en que toda su actividad estaba dirigida a derrotar el diablo rojo en su Polonia natal.

La otra amenaza que se cierne desde América Latina es la del protestantismo evangélico, que pronto obtiene su hegemonía en regiones como Guatemala y que poco a poco tiende a desplazar el predominio católico. Necesita como sea reactivar la santería y la superstición popular.

Para ello llega al punto de canonizar a alguien que nunca existió como al indio Juan Diego, hipotético primer visionario de la Virgen de Guadalupe en plena conquista de América y fomenta como ninguno el folklore religioso. Aquí mismo en España, sin ir mas lejos, visita la Aldea del Rocío bendiciendo esa orgía de señoritos andaluces a la que llaman Romería del Rocío.

Visita a la anticomunista Virgen de nuestro país vecino así como a la otra Virgen curanderá del Sur de Francia, recobrando así las tradicionales señas de identidad del catolicismo: la veneración mariana.

EN este curioso contexto de santificación de la superstición y la superchería y en su peculiar y maquiavélica política de dar una de cal y otra de arena se atreve a rehabilitar a Galileo Galilei (como si le sirviera de algo) así como a apuntarse, aunque con condiciones, naturalmente, a la vanguardia de la ciencia y la tecnología, no sin antes condenar con rotundidad la investigación en clonación terapéutica, embriología, etc.

¿Fue un Papa progresista, un papa innovador, un reaccionario?

Ni una cosa ni otra. Fue, simplemente, un Papa, un digno sucesor del Imperio Romano, de las intrigas de la Casa Imperial, de las camarilas, de las conspiraciones, de los envenenamientos, fue un digno sucesor de otros que calzaron las llamadas "sandalias del pescador", como el Papa Borgia.

Como buen emperador, se montaba sus circos mediáticos con baños de multitudes, donde era aclamado por la plebe.

Como buen emperador, fue maestro de la intriga, de la conspiración y del manejo de los resortes que le aseguraban la perpetuación en el poder.

Cambió la Curia y la hizo a su imagen y semejanza y la familia opusdeísta fue encumbrada como nunca, a la par que machacó a sus grandes enemigos externos, la europa comunista y machacó a sus enemigos internos, jesuitas y defensores de la Teología de la Liberación.

Fue, como se dice, un Papa de nuestro tiempo: saneó las cuentas vaticanas mediante operaciones oscuras en las que se involucraban la mafia italiana, la Cosa Nostra italoamericana, la masonería de la Logia P2 y la CIA a la par que entregaba el poder al todopoderoso Opus Dei.

Albino Luciani y su deseo de limpiar la cloaca vaticana pasó a la historia para siempre.

Salud

 

 


EL PARADIGMA ANTROPOCENTRISTA

EL PARADIGMA ANTROPOCENTRISTA

Nosotros nos queremos necesarios, inevitables, ordenados desde siempre. Todas las religiones, casi todas las filosofías, una parte de la ciencia, atestiguan el incansable, heroico esfuerzo de la humanidad negando desesperadamente su propia contingencia .

(Jacques Monod: El Azar y la Necesidad)

Ciertas posiciones de corte evolucionista no se resignan no se resigna, como expresa el texto de Monod reseñado, a reconocer la contingencia de nuestra especie biológica, pues de no entenderlo de ese modo, no entenderían nada, ni el principio finalista que conforme a las mismas rige el proceso evolutivo ni la cima de la evolución. La anatomía del mono no es la clave de la anatomía del hombre ni la anatomía del hombre es la clave de la anatomía del mono. Dejemos atrás el siglo XIX con sus descubrimientos y las fantasías animistas y progresistas que siguieron a esos descubrimientos.

La estructura de Homo Sapiens, a la vista de lo que hoy ya sabemos, no podemos considerarla no es referente ni absoluto ni relativo del proceso de hominización y menos aún del proceso de evolución general. Tampoco se puede proceder relacionando la proximidad temporal de sus antecesores y parientes extinguidos con su proximidad anatómica. Un pariente contemporáneo suyo Parantropus, fue un homínido que emprendió un proceso evolutivo distinto al que siguieron sus contemporáneos pertenecientes a la línea homo.

El Australalopithecus Robustus, tan bípedo y erguido como sus parientes del género homo, adoptó una anatomía distinta a éstos últimos: cresta sagital, fuerte mandíbula y enormes molares. Se transformó en un masticador de raíces y alimentos duros y, por tanto, sus rasgos son "menos humanos" (eso exclamó justamente su descubridor, Louis Leakey, con rostro de admiración al componer el rompecabezas del cráneo de uno de estos especímenes) que los de algunos de sus antecesores como Australopithecus Africanus. Esto no significa, ni mucho menos, que estuviese "menos evolucionado" que aquellos, con todas las connotaciones valorativas que implica este término. La secuencia evolutiva de Parantropus, de Parantropus Aethiopicus a Parantropus Robustus y de este a Parantropus Boisei pone de manifiesto la selección de los caracteres mandibulares con tendencia a una más intensa molarización. Lo único que podemos deducir es que adoptó una estrategia evolutiva distinta encaminada hacia una cierta especialización biológica (como veremos más adelante homo optó por la inespecialización morfo-estructural y a una mayor cerebralización que se traducía en el crecimiento de la caja craneana ligado a la progresiva atrofia de la mandíbula).

Nadie nos puede garantizar que una especie o primate “elegido” se hallara incluido en la esencia de los australántropos Afarensis o Africanus esperando a emerger para, en un momento determinado, llegar a heredar la Tierra ni que la existencia de las anteriores especies no tengan una justificación en sí misma más que por el hecho de ser los hitos o momentos previos a la configuración del homo sapiens. En la evolución no existen la especies provisionales ni las especies definitivas. Todas son provisionales y definitivas a un mismo tiempo, todas se justifican en sí y por sí mismas. El que el contemporáneo a erectus, parantropus, desapareciera sin vestigios ni descendencia o ramificación biológica hace poco más de un millón de años, el hecho de que sucumbiera en el proceso selectivo no nos debe hacer pensar que fuera un error de la naturaleza, que esas características anatómicas sin una alta masa cerebral no pudieran tener viabilidad a largo plazo porque quienes estábamos predestinados a contar con pies, manos y posición erguida éramos nosotros exclusivamente.

LA CULTURA DE LOS CHIMPANCÉS

LA CULTURA DE LOS CHIMPANCÉS

De la década de los sesenta a esta parte se ha estudiado con detenimiento el comportamiento de nuestros parientes más próximos: los chimpancés. Destacan los trabajos de campo de Jane Goodall en las selvas de Gombe (Tanzania) y los estudios psicológicos realizados por los Gardner. Estos últimos llegaron a enseñar a un ejemplar hembra de chimpancé (llamada Washoe) el lenguaje de los sordomudos, El AMESLAN. Este experimento nos viene a demostrar que estos animales pueden dominar, hasta cierto punto, el lenguaje simbólico.

Sin embargo, no es posible extrapolar la experiencia del homo sapiens y sus consiguientes logros culturales a otras especies, con independencia de su proximidad filética al hombre, debido a que la adquisición del lenguaje fué producto de unas necesidades que paulatinamente fué imponiendo la vida social, el desarrollo tecnológico y la exploración de distintos medios. El Homo socio-cultural se construyó su propia historia. El chimpancé y sus antecesores, relegados a la vida en los bosques, no incluyeron el lenguaje articulado en el abanico de sus necesidades. Lo mismo se puede decir del empleo de utensilios por parte de esos primates: se sabe que usan piedras y palos para ahuyentar a los depredadores, llegando a deshojar las ramas de los árboles para obtener tallos con los que pescar termitas. Sin duda, se han asentado las bases de una protocultura (a este respecto, es de sumo interés el ensayo de Jordi Savater Pí "El Chimpancé y los orígenes de la cultura" ). Sin embargo, el empleo de esas técnicas no es esencial para su supervivencia cotidiana. La producción de la herramienta y el utensilio por el chimpancé se realiza “ad hoc”, para la ocasión. Los instrumentos ni se conservan ni se acumulan. Cuando un chimpancé desea pescar termitas no utiliza el tallo del día anterior, fabrica uno nuevo. En los experimentos sobre la enseñanza del lenguaje se ha comprobado que efectivamente los chimpancés pueden transmitir a otros el dominio del AMESLAN, sin embargo, la tendencia en una cadena de transmisión del lenguaje no es precisamente la de ampliar el acervo del vocabulario sino todo lo contrario, a su reducción paulatina. haciéndose uso de utensilios con carácter ocasional y no permanente, y no puede ser de otro modo, pues, con independencia de su nivel de inteligencia, su modo de desplazamiento cuadrúpedo se lo impide.

El hombre, por el contrario, usa la herramienta con carácter permanente porque es la prolongación de su cuerpo. Su economía está basada en la herramienta como medio de incrementar su eficiencia y llega hasta el extremo de no poder prescindir de la herramienta como medio de producción, como medio de vida. El uso de la herramienta implica la creación de su propio medio. En los comienzos el instrumento fue un sustituto de los dientes y de las zarpas estando ligado su empleo a las funciones básicas de desgarrar la piel de la carroña y seccionar la carne. Se supone que los primeros homínidos eran animales carroñeros, merodeadores de los grandes depredadores y por tanto ocupaban en el ecosistema el mismo nicho ecológico que los buitres y las hienas, sus primeros competidores en el ecosistema. Los primeros instrumentos no debieron, por tanto, ser instrumentos mortíferos. Los chopperes de Olduvai, lascas toscamente cortadas, pudieron servir para desgarrar y cortar, no para matar. El resto de las herramientas debió emplearse de modo ocasional: un fémur o un palo pudieron ser un instrumento intimidatorio para que hienas y buitres se alejasen de sus presas. Por eso, la historia del hueso asesino (véase 2001, una odisea en el espacio de Arthur Clark/Stanley Kubrick) tiene más base bíblica que histórica, el asesinato fratricida y la consiguiente expulsión del paraíso.

Recapitulemos los pasos seguidos en el empleo del utensilio. En un primer momento, se supone que el uso de la herramienta técnica se reduce a ámbitos marginales que permiten la ampliación de su capacidad operativa en determinados aspectos de la actividad cotidiana del antropoide-homínido. No es instrumento básico para su supervivencia y se utiliza accesoriamente, fuera de la esfera de las actividades esenciales de defensa y ataque Más adelante el empleo de la herramienta técnica operará un desplazamiento se pasará de la herramienta como sustituto de la incapacidad biológica a la herramienta como medio de ampliar la capacidad de acción del homínido sobre su entorno, lo cual implica ya de por sí un deslizamiento del nicho ecológico originario. Para franquear el nicho ecológico de carroñero a cazador - recolector se requiere una mayor gama de herramientas, una mayor gama de habilidades y ciertas dotes de organización, previsión y conocimiento del medio. Mientras los australopitécidos y hábilis quedaron confinados a la franja del Rift, Erectus se desplazará fuera del continente. lo que significa que el desplazamiento de nicho ecológico pudo implicar la expansión definitiva de la especie.

Aunque se dice que los chimpancés y los macacos japoneses han desarrollado formas de transmisión cultural, en ello no hay que poner demasiado entusiasmo, pues las batatas que entregan a los macacos que luego lavan y salan en el mar, quienes las siembran y recolectan son otros primates, los hombres, y lo mismo sucede con el arroz que estos primates separan de la arena echándolo en el agua. Es un experimento manipulado, igual que la enseñanza del lenguaje a los chimpancés. Se les enseña un lenguaje humano acoplado a las necesidades humanas y por otro lado se quiere ver a los chimpancés como humanos mutilados del sentido del habla, del mismo modo que vemos hoy a los sordomudos, y los chimpancés no son sordomudos ni niños que, al no poder aún hablar, se encuentren mutilados del sentido de la comunicación ¿porqué esa tendencia a extrapolar nuestro sentido de la comunicación a otras especies?.

Hay mucho de antropomorfismo en estos experimentos, y esa tentativa de humanizar a los chimpancés me recuerda las imágenes grotescas de los circos, con chimpancés vestidos de persona y dispuestos a hacer el payaso como motivo de jolgorio y diversión del espectador . Lo que causaría realmente asombro, en relación a los macacos japoneses, es que estos animales aprendieran a sembrar las batatas y el arroz, se posterior recolección y, finalmente su consumo (con sal o sin sal). Por eso más invención cultural, como proceso totalmente independiente de la actividad humana, me parece la que descubrió Jane Goodall cuando vivió en los años sesenta entre los chimpancés salvajes de Gombe, que demuestra el uso teleológico y proyectivo que hacen de la herramienta; el tallo para pescar termitas y la esponja de hojas mascadas para sacar agua de los huecos de los árboles o los lechos de ramas y hojas que se construyen en la copa de los árboles.

Tales observaciones nos demuestran que la cultura tuvo su origen en el ámbito marginal de la actividad cotidiana de los homínidos, pues ni las termitas son el alimento básico de los chimpancés, solo un complemento nutritivo, ni el agua la obtienen exclusivamente a través de procedimientos técnicos, pues si tuvieran que esperar a que el agua de lluvia cubriera las oquedades de los árboles para poder beber, seguramente morirían de sed. En este último caso, aunque no se puede afirmar con propiedad que no hayan aparecido culturas distintas a la humana, estas formas germinales se encuentran más bien en el campo de lo puramente anecdótico. Hagamos una suposición hipotética. El hombre se extingue totalmente del planeta, ¿sería relevado por los chimpancés o por sus sucesores a lo largo de , por ejemplo, un periodo de cinco millones de años (algo así como la película “El Planeta de los Simios” pero con base algo más científica)?.

El chimpancé, troglodytes o paniscus, es una especie hoy en vías de extinción sin que en ello tenga mucho que ver la intervención del hombre, pues los antropoides ya se encontraban en franco retroceso frente a otras especies de primates. Carecen de la vitalidad de las especies expansivas: de las ratas, cuervos y gaviotas de la actualidad e incluso de homo erectus en su momento. Nada nos dice a favor de que deban marchar hacia patrones humanos (nuestra teleología antropomórfica continuamente nos traiciona, pues, puestos incluso a admitir que algún día dominaran una forma de comunicación, esta no tendría porqué ser el lenguaje articulado tal y como nosotros lo conocemos). Su estructura no es bípeda ni erguida, sus brazos son más largos que sus piernas y su cavidad bucal y esofágica le impide el lenguaje articulado. Cuando se planteó evolutivamente el bipedismo y la posición erguida, el antecesor del chimpancé y el gorila se escindió claramente de los antecesores de los australántropos.

No se si realmente los actuales miembros de esas especies podrían evolucionar hacia formas humanas o hacia otras formas inteligentes distintas a las humanas, pero me inclino por la respuesta negativa, pues, en primer lugar, como ya he apuntado antes, se trata de especies en extinción, por otro lado, para que se reproduzca la secuencia humana habría que suponer una serie de cambios geológicos y bio-climáticos similares a los del plioceno y pleistoceno, y si la historia de la vida tiende a la reproducción y a la repetición a niveles individuales, la historia climática y geológica no marca esa misma pauta al ser en esencia azarosa e irrepetible. Por tal razón no podemos esperar las mismas secuencias evolutivas que dieron lugar a la aparición de sapiens.

DE CÓMO LA CIENCIA ATACA EL SENTIDO COMÚN

DE CÓMO LA CIENCIA ATACA EL SENTIDO COMÚN

Como corolario de la Idea del Progreso hallamos un concepto extraído de la dialéctica hegeliana que, traducido del alemán, viene a significar Superación que conserva lo Superado. Cuando nos referimos a la historia de las ideas y de las teorías científicas la Aufhebe ataca sin piedad ni compasión. El círculo de validez de cualquier formulación teórica o científica vendrá revestido de ese ámbito de eficacia necesariamente relativo.

Si Newton fulminó a Aristóteles, Einstein, por su parte, fulminó a Newton. Aristóteles fue válido en la Grecia Clásica. Newton en el siglo XVII y Einstein es patrimonio del siglo XX. La masa deja de pesar, en todo caso lo que existe es la atracción mutua entre los cuerpos, aunque en este último caso lo que sucede es que nos encontramos ante un espacio curvo. Pese a lo anterior, los distintos niveles de comprobación empírica nos sitúan ante distintas ópticas: para el ama de casa que va a la tienda de la esquina, tres kilos de naranjas no son el resultado de que se desencadene una fuerza de atracción gravitatoria entre la Tierra y las naranjas ni de que el espacio sea curvo (¡qué locura!), es que las naranjas pesan lo suyo.

Por su parte, el astronauta que sale de la órbita terrestre comprobará empíricamente las leyes de Newton: verá que a medida que la nave se aleja del centro de gravedad de la Tierra tanto su cuerpo como los objetos de que se rodea, hasta las naranjas, dejaran de pesar. Advertirá también que en la superficie de la Luna el peso de todo es seis veces menor que en la Tierra (un 16´5 % del de la Tierra), con lo que comprobará que existe una proporción directa entre masa y atracción. La verificación empírica de Einstein es algo más complicada. No existen, por ahora, los medios ni la tecnología necesarios para comprobar, al menos personalmente, que el espacio sea curvo ni que la curvatura que genera la masa sea la responsable de la atracción entre los cuerpos.

Advertimos que la geometría euclidiana y cartesiana son abstracciones absolutistas, desprendidas por completo de la materia: las líneas rectas que trazamos desde la Tierra marchan hacia el infinito. Y es que los números no tienen fin y las magnitudes tampoco. Es posible marchar a 20 kilómetros por hora, a 200 kilómetros por hora, a 1.000 kilómetros por hora y hasta a 1.000.000 de kilómetros por segundo. Pero Einstein nos demostró que nada de eso era cierto, destronó el reinado de las matemáticas sin materia, que desgajadas de esta quedaban reducidas a mera especulación, y consecuentemente demostró que una línea recta trazada desde la tierra acabaría volviendo, como un boomerang, a su lugar de origen y que una velocidad superior a la velocidad de la luz en todos los sistemas inerciales, superior a 300.000 kilómetros por segundo, sencillamente no existe.

En esta sencilla historia del pensamiento físico aquí expuesta no advierto una sucesión de grados de la cadena del Aufhebe, más bien lo que nos demuestra es cómo la capacidad de verificación empírica a medida que se amplía va desplazando las zonas de especulación. Donde no llega el conocimiento aparece la imaginación y la imaginación es siempre totalizadora. Pero en el presente caso el problema que se nos presenta es de perspectiva, una perspectiva que se ha ido ampliando escalonadamente desde la inmediatez aristotélica y euclídea hasta la globalización de Einstein. Y con la perspectiva ha variado igualmente el método: de la deducción del todo a través de las partes a la deducción de las partes a través del todo. Newton llegó a afirmar en cierta ocasión que descansaba a hombros de gigantes. Si pudo alterar los paradigmas racionalistas vigentes fue precisamente marchando desde el punto de partida asentado por dichos paradigmas. Si con Einstein se pudo llevar a cabo toda una subversión de la mecánica de Newton no pudo deberse a otra cosa a que adoptara como punto de partida el de la mecánica clásica.

Sin embargo, en este caso, Einstein no se conforma con ver el espectáculo desde el palco y por eso se introduce de lleno en el escenario. Comprende algo más. En el Universo no caben los espectadores y, por tal razón, no caben ni los palcos ni las butacas. Tampoco hay un cronómetro que desde fuera mida el tiempo de duración de la representación. Muy por el contrario, son muchos y distintos los relojes que cronometran, todos dentro del escenario funcionando a distintos tiempos y a distintas velocidades. La cosa se complica. Tampoco se puede hablar de un solo escenario sino de distintos escenarios entrelazados. Espectador y espectáculo ocupan el mismo sitio, son una y la misma cosa. No hay estado de reposo ni tampoco movimiento.

Tampoco el movimiento existe por sí mismo sino en relación a un punto de referencia. Pero tampoco sabemos exactamente qué es un punto de referencia: cuando se cierran unas tijeras podemos interpretar cosas distintas: que una cuchilla es la que se mueve, o bien que es la otra o ambas a la vez. Cuando me desplazo con un coche hacia el Este puedo interpretar que es el coche el que se desplaza o bien que es el paisaje el que se desplaza hacia atrás y si lo observo todo desde fuera de la Tierra veré que la Tierra gira hacia un lado y que el coche hacia otro, y si el coche marchara a la velocidad de rotación de la Tierra, en relación al Sol el coche se vería inmóvil y la Tierra en movimiento, aunque desde la Luna veríamos girando ambos a la vez: ¿qué es lo que se mueve en relación a qué?.

La Televisión es el Opio del Pueblo

La Televisión es el Opio del Pueblo

Algo personal y cotidiano me incita a escribir sobre el mundo de la televisión. Me siento impotente cuando mis hijas encienden sistemáticamente, día a día, el receptor, ese decodificador de señales electrónico que les absorbe el tiempo libre, les quita tiempo para sus juegos, imprescindibles para el desarrollo de su personalidad, y anula por completo su imaginación creativa, vamos, más o menos, lo mismo que está sucediendo con otros millones de niños, la televisión les está expropiando su misma infancia. La era tecnológica ha inaugurado la cultura a domicilio, el circo a domicilio. La televisión no es dominio de los Estados, es, más bien, dominio de mercaderes y charlatanes, es dominio de la estructura fetichista de la mercancía, es un monstruo que se nutre de los cerebros de los televidentes, y los nutre a un mismo tiempo, creando alrededor del espectáculo un universo de hombres-masa y hombres unidimensionales, un monstruo cuyos tentáculos crecen y crecen sin parar. La televisión es enemiga irreconciliable de la razón, de la inteligencia y del pensamiento, es igualmente enemiga del goce estético. Llena la vida de sucedáneos y de placebos, manipula las emociones humanas y apela a los instintos más rudimentarios con ánimos mercantiles. La televisión ha resultado ser un medio de cretinización de masas, y esta no es una mera figura retórica, es que la televisión nos está haciendo cada vez menos inteligentes, está empezando por anular en los niños las facultades de representación simbólica y de abstracción, está devorando el tiempo libre que debiera dedicarse a la lectura y al enriquecimiento del intelecto para empobrecer la mente de forma atroz. Los cerebros de las generaciones post-televisivas están perdiendo facultades, facultades de simbolización y representación. Hasta ahora la mutación ha sido simplemente cultural aunque, ¿quién sabe? ¿Quién puede negar que en el futuro un cambio genético haga prescindir a la humanidad de unas facultades que hace tiempo ya dejó de usar?.

DE LA CULTURA DE MASAS TRADICIONAL A LA CULTURA DE MASAS ELECTRÓNICA

Se puede entender por cultura de masas el complejo de normas, creencias, costumbres, tradiciones, arte , literatura, tradición, folklore, que todo un pueblo ha ido incorporando y aglutinando en torno a sí a lo largo del tiempo a través de la tradición. Las vías tradicionales de su reproducción han sido siempre las mismas, la tradición oral, la creación espontánea y la incorporación de otras culturas. Sus ámbitos de eficacia han ido variando según la extensión (territorial y personal) del grupo social base, aunque siempre se ha ido reproduciendo en un ámbito restringido, sobre unos cuantos municipios. Dichos grupos sociales fueron auténticos cuerpos con memoria y sentido de sí mismos: bailes, canciones, costumbres se alternaban con los ciclos agrícolas. La religión intervenía como un marcador de tiempos, era el reloj biológico (bioclimático y biosocial) de la comunidad.

Existe algo así como una sabiduría popular, intuitiva y no sistemática, empírica y no teórica, concreta y no abstracta, y a su vez profundamente formalista y ritualista. Los pueblos tradicionales son pueblos sin historia, alaban a los ancianos y a los antepasados, depositarios de sus conocimientos y tradiciones.

EL MEDIO: TRANSMISIÓN DE INFORMACIÓN VISUAL Y REGRESIÓN DEL INTELECTO

El concepto de humanidad no incluye exclusivamente a nuestra especie desnuda. El sentido que doy al término humanidad abarca la herramienta y la técnica como elementos constitutivos del hombre, elementos que, en determinado contexto, han dirigido su evolución biológica, le han imprimido un sentido de marcha específico. El hombre hizo el hacha y el hacha hizo al hombre, el hombre hizo el fuego y el fuego hizo al hombre... hasta que el hombre hizo la televisión. La televisión está haciendo al hombre de nuestros días. Ese sucedáneo de la soledad ha empezado a sustituir a las familias, ha empezado a convertirse en educador de niños pequeños, los está haciendo, tal y como reza el dicho bíblico, a su imagen y semejanza.

Se puede pensar en la televisión como en un simple medio, un mero instrumento de información que, dependiendo de cómo se instrumentalice, puede repercutir sobre la sociedad en uno o en otro sentido. Bajo esta perspectiva, lo cuestionable no puede ser el medio como tal, sino los contenidos o mensajes que se le hace transmitir. Si todo fuera así de simple no habría ningún inconveniente en atribuir a la televisión el mismo estatuto que en su momento tuvo la imprenta o la radio, como medios transmisores de mensajes, códigos y símbolos: los tiranos y dictadores se habrían servido de ella, igual que de prensa e imprenta, como medio de propaganda política, los ilustradores y liberadores, a la inversa, darían a la libertad de prensa un contenido radicalmente distinto. Pero la cuestión no es así de simple. El problema de fondo de la televisión reside fundamentalmente en el medio, más que en el mensaje. El punto está en que el medio determina asimismo el mensaje, el mensaje es el medio (Mac Luhan).

A grandes rasgos, la tesis defendida por Giovanni Sartori que se refiere a las consecuencias generadas por el medio televisivo en la naturaleza humana las considero bastante aceptables. El politólogo italiano estima que la cultura de las imágenes ha hecho retroceder la cultura de los símbolos, que se encuentran en la base misma de las facultades del intelecto: la abstracción y el discernimiento. De homo sapiens o animal simbólico se habría retrocedido a homo videns o animal visual. El primer riesgo que acecha este tipo de transmisión atañería directamente al proceso de socialización del niño. En la medida en que la televisión se ha ido convirtiendo en sustituto de las familias, el niño (el video-niño, en su formulación) lo primero que ve, antes de aprender a hablar, es la televisión. Ello acarrearía unas consecuencias fatales por cuanto que lo que supone restringir enormemente las posibilidades de percepción y representación simbólica. El problema de fondo reside en que el medio visual subordina las palabras a las imágenes dificultando de camino el proceso intelectual de simbolización, a saber: la formación de imágenes mentales a partir de las palabras o de la escritura. En suma, la televisión nos hace menos inteligentes, inhibe el desarrollo del área cerebral destinada a la integración de sonidos y símbolos, nos sumerge en una regresión intelectual de consecuencias hasta ahora desconocidas e imprevisibles para nuestra especie.

Las generaciones que se han formado al abrigo de la televisión nos pueden servir como ejemplo paradigmático, bastante elocuente por cierto, a la hora de ilustrar la incidencia que ha tenido este medio de difusión así como para comprender como se ha configurado una juventud que destaca por una aversión patológica a servirse de cualquier medio oral o escrito. El mundo de la imagen ha marcado a los jóvenes en el sentido de hacerles incapaces de comprender, abstraer y discernir símbolos. El vocabulario de la juventud es aterradoramente reducido, las palabras se van perdiendo poco a poco, su falta de interacción con los símbolos hace que se pierdan también los conceptos, y el lenguaje se resiente de ello. Se ha creado entre los jóvenes de las generaciones televisivas un argot, un seudo-lenguaje enormemente empobrecido apropiado a ese mundo de visualizaciones. Para los jóvenes modelados en la era de la televisión y los multimedia un libro que no sea de comics, una conferencia o un debate es un rollo, y es que solo han podido desarrollar la mínima capacidad necesaria para ver imágenes y oír música, es decir, la imprescindible para ser receptores pasivos de imágenes y sonidos que no tengan que esforzarse en interpretar. El videoclip (el video musical) es la suma forma de expresión de imágenes y sonidos destinados a los cerebros de quienes no ejercitan el cerebro. Su mundo se restringe al que venden los medios, sus héroes (colgados en gigantescos posters en las paredes de sus dormitorios) son los ídolos del fútbol, los ídolos de la canción y los ídolos del cine. La televisión amenaza con formar cada vez más y más generaciones de retrasados mentales.

Vemos a través de, oímos a través de, y a medida que nos hacen ver y nos impiden imaginar, estimular nuestra capacidad de representación simbólica, nuestras facultades de abstracción. Ninguna película, por buena que esta sea, suplanta a una buena novela. Se me podrá objetar, y con bastante razón por cierto, que a través de la novela también leemos lo que otros escriben, nos metemos, por decirlo de algún modo, en su mente. Es cierto, pero en la operación hemos eliminado la mediación sensorial directa y hemos activado al máximo las válvulas de la imaginación creativa, a la historia le hemos dado nuestra propia luz, nuestros propios paisajes, los personajes son exclusivos, los intuimos y los imaginamos y no los trasladamos de novela a novela tal y como pasa con el cine, donde un mismo actor puede interpretar historias diferentes en películas diferentes. En el cine la película se ha de acomodar muchas veces a sus actores-personajes. En la novela los personajes se someten en todo momento a su estructura narrativa. La poli-sensorialidad del mundo cinematográfico y televisivo tiene como efecto construir realidades paralelas capaces de apropiarse del medio de realidad circundante. Es un gran depredador: lo primero que devora son las inteligencias y la capacidad racional de discernimiento del espectador. Lo podemos comprobar con ocasión del visionado de películas de cine cuyo guión ha sido adaptado de una novela. El que haya leído la novela antes de ver la película se quedará decepcionado por su esquematismo, por la plasmación cinematográfica como personajes planos y unidimensionales de los que en la novela eran presentados como seres complejos y contradictorios, echará de menos la reflexión intimista, ética o filosófica que aparece en el libro, sus ricos matices, etc. El cine lo destierra todo de un plumazo. En cambio, para aquel que haya procedido a la inversa, que haya visto primero la película y después leído la novela, en la mayoría de los casos no la podrá acabar, le parecerá plúmbea e insoportable, echará de menos la acción desarrollada en el cine, le resultará imposible medirla con su referente visual, etc. ¿Qué es lo que ha sucedido? Quien ve la historia a través del medio simbólico, del libro, ha gozado de ella intelectualmente, ha abierto las facultades de su intelecto, ha desarrollado su capacidad de representación. Sin embargo, el que ha partido del medio visual ha supeditado la estructura narrativa a las imágenes, ha anulado su capacidad de percepción y representación simbólica, se ha dejado bombardear por una sucesión de secuencias, de imágenes y de personajes presentados, no representados.

Merece un trato aparte la programación infantil. No es mi intención entrar aquí en los manidos tópicos sobre la violencia de la programación infantil, de la que algo comentaré más adelante, sino en algo que a mi juicio es bastante más relevante, que se refiere sobre todo a las consecuencias de los dibujos animados en la socialización del niño. Los dibujos animados han desplazado (aunque no del todo, afortunadamente) al libro de cuentos con caracteres gráficos, al comic o al tebeo. Su impacto sobre la imaginación en el niño es decisivo. Un dibujo plasmado en un libro de cuentos posibilita que el niño ponga el movimiento las imágenes y ponga sonido a las palabras con su propia imaginación. Incluso un cuento narrado por los padres es infinitamente más creativo para el niño que todos los dibujos animados juntos, aunque, los padres, por cansancio o por comodidad, prefiramos ponerlos a ver la tele para que así nos dejen tranquilos. La tecnología, muchas veces, sobre todo cuando lo que hay detrás de ella es el negocio y no los intereses reales del consumidor, es nociva. El proceso de socialización del niño es siempre auto-interactivo, los mecanismos de proyección e identificación, imprescindibles para la formación de su personalidad, se activan preferiblemente con los juguetes más rudimentarios. Una muñeca que habla, anda y llora impide que el niño o la niña hablen a través de esa muñeca, que dialoguen con ella, que intercambien papeles, en definitiva, que jueguen. Un coche a pilas que se mueve solo convierte al niño en un espectador más que en un jugador (el niño juega mejor cuando es él quien imita el sonido al coche, lo mueve por las curvas y lo lanza con la mano) .

EL ESCENARIO: ESTRUCTURA DE LA TELE-DEPENDENCIA

La tecnología ha hecho un descubrimiento revolucionario, ha reemplazado la tradición y el acervo popular como mecanismo de transmisión y ha acelerado los tiempos de transmisión de información y transmisión de señales y símbolos de contenidos a una velocidad de vértigo. El anciano de antes, antiguo transmisor de saberes, cuentos y canciones a la comunidad ha perdido su papel y hoy, se sienta ante la televisión para no aburrirse. Su antigua actividad se ha visto trastocada hoy en su actual pasividad. En realidad, esta ventana electrónica, ese continuo chorro de electrones, somete y sujeta a todos, hombres, mujeres, ancianos y niños, a un bombardeo despiadado de imágenes visuales. El éter mundial se ha visto invadido de pronto por ondas hertzianas multi y poli-expansivas para depositarse en esos artefactos metálicos (los pabellones auditivos de ese tipo de ondas) que por miles de millones jalonan los tejados de las casas, edificios y rascacielos de todo el mundo para bajar inmediatamente a esos receptores que orientan, al igual que la Meca en la posición en la oración y en el enterramiento, la distribución en las salas, salitas y salones de mesas de camilla, sofás, sillas, estanterías y restante mobiliario. Para ver cine no hace falta ir a la calle, para ver un espectáculo no hace falta ir al teatro, para conocer las noticias no hace falta comprar el periódico,

Es la primera vez en la historia en que un artilugio con imagen y sonido ha llegado a invadir la vida cotidiana hasta ese punto La televisión nos conecta con el mundo, pero, ¿con qué otro mundo nos conecta que no sea el de la propia televisión? ¿quién la alimenta?, ¿cómo se alimenta?, ¿de qué se alimenta? Para empezar, la televisión encierra nuestros ojos en otro ojo, encierra nuestros oídos en otro oído.

La televisión que, en un alto porcentaje de su programación se configura como un instrumento puesto al servicio de la diversión y el entretenimiento, y por tal motivo tiene como efecto anular los elementos activos que entraña toda diversión y entretenimiento. En primer lugar, construye una barrera infranqueable entre el transmisor y el receptor, entre el activo interviniente y el espectador-televidente, siempre sujeto pasivo, nunca interactivo. Convierte al país entero en un gigantesco anfiteatro virtual con todos los oídos metálicos orientados en dirección a la fuente de propagación de las ondas electromagnéticas, transforma las salitas de las viviendas en palcos de butacas orientadas hacia ese escenario virtual, un decodificador de señales electrónico, un artilugio tan extraño y sorprendente como familiar a un mismo tiempo. El espectáculo de este gigantesco anfiteatro, hijo directo del circo romano, nunca se suspende, su sesión es contínua, los espectadores apagan y se van pero siempre vuelven a sus butacas, unos se van y otros vienen; cuando se van los esposos se incorporan las mujeres y cuando se van estas se agregan los niños. Nunca se apaga, mientras unos están en el trabajo, otros en las compras y otros en el colegio lo encienden los ancianos y los pensionistas. Hace tan solo unas décadas nadie hubiera soñado con la existencia de un aparato con tal capacidad de aproximar imágenes y sonidos, hasta el mismo santuario familiar. Estadistas de todas las épocas hubieran soñado con detentar tamaño artefacto de control ideológico: sin necesidad de llenar plazas y calles de público, de construir escenarios con los pesados equipos de megafonía y sin guardaespaldas y servicios de seguridad se hacía posible establecer un contacto directo entre el estadista y el súbdito. Pero antes de los estadistas ya estaban los comerciantes e industriales puestos en cola para convertir al televidente en consumidor a distancia, pagando a precio de oro el segundo de retransmisión, y para mostrarles, en un montaje mentiroso de veinte segundos, la singularidad de su mercancía. Inauguraron, de algún modo, el mundo de la televisión. La mediación electrónica empezó a mostrar durante los años cincuentas sus gigantescas posibilidades y cayó, herida de muerte, su primera víctima: la cultura tradicional y sus consecutivos mecanismos de transmisión.

El pensamiento y la reflexión están fuera de este mundo, más bien están de sobra. De pronto nos vemos sumergidos en un mundo de reflejos acondicionados, y es que los televidentes son para la programación de televisión lo que el perro de Pavlov es a la investigación de los reflejos. El espectador-televidente no ve la televisión, es más bien visto por esta, es configurado, creado y hecho a la medida de las necesidades del televisor. La televisión distribuye su tiempo y su espacio vital, organiza su vivienda, la hora de la comida y de la cena (todavía me acuerdo de cuando la televisión franquista se encargaba de mandar a los niños a la cama). La televisión, por sí sola, nos ha devuelto de la era de la razón a la era de la barbarie.

Y mientras tanto la familia pierde el contacto entre sí. Nadie habla a nadie, todos escuchan atentamente al receptor electrónico. Nadie lee, ese electrodoméstico lo impide porque exige monopolizar el ocio, la diversión y el entretenimiento. Los padres se liberan de la tarea de contar cuentos a sus hijos, porque para algo están los dibujos animados. Necesita crear en torno a sí gente aburrida, solitaria y a su vez alérgica a la soledad, que pueda escuchar y no contestar, gente también pasiva, tanto como para escuchar sin pestañear toda la basura que le meten, gente incapaz de pensar por sí misma, pues el receptor lo hace por ella, gente a la que se le cae un libro de las manos al hojear su primera página .

EL MENSAJE: MERCADO Y MANIPULACIÓN DE LA CONDUCTA

La televisión no fue asaltada por el mundo de la política, ni por el Estado ni por la Iglesia, como hubiera podido ser de esperar de los agentes transmisores tradicionales de contenidos ideológicos, sino por el mundo del Capital y del Mercado, su gran financiero a fin de cuentas. El mundo ideológico del artefacto televisivo solo podía girar en torno a la ideología del Capital. ¡el Capital no tiene ideología! Me pueden objetar. Sí que la tiene, un tipo de ideología supeditada a la venta de la mercancía. Por cierto, sus tesis no proceden de la Crítica de la Razón Pura de Kant precisamente, son bastante más elementales y ramplonas: Ariel lava más blanco, la chispa de la vida, Coca Cola, busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo, sabor irresistible, después vienen las colonias y los perfumes que enamoran (que, más o menos, nos ponen a andar a cuatro patas, como perros y gatos, que encuentran el estímulo sexual en las secreciones de las glándulas sexuales), otros que, en un alarde de fetichismo, establecen una relación de identidad entre el cuerpo humano y la mercancía que se quiere vender (Cuerpos Danone, Agua Ligera, ¡me gusta ser mujer ! (es decir, tener puesta una compresa)), y demás mensajes que pueda lanzar ese mundo pervertido de la publicidad Un mundo de imperativos, comparaciones burdas y demostraciones falsas confeccionado, mediante una superposición de rótulos e imágenes en una secuencia de escasos segundos dirigido al subconsciente. No busca la reflexión, busca el impacto y la impresión en el espectador: imágenes rápidas, colores estrambóticos, metamorfosis informatizadas... En ese mundo sensitivo mercantil encaminado a excitar y a penetrar en los instintos más primarios solo pueden caber cuerpos jóvenes de aspecto físico deslumbrante capaces de estimular el consumo de la mercancía a través de la libido. La televisión desecha, exactamente igual que los nazis en los campos de exterminio, a los viejos/as, a los feos/as y a los gordos/as. La publicidad es la mercancía por excelencia de los grandes medios de comunicación de masas, su precio en el mercado oscila dependiendo de los factores que determinan su mayor o menor nivel de visualización (los llamados índices de audiencia), se incrusta en los programas (programa patrocinado por...) y llega el momento en que no es distinguible, en que no se sabe hasta donde llega la publicidad y hasta donde llega el programa-mercancía. Las películas Disney, por ejemplo, son mercancías de arrastre de un sinfín más de otras mercancías: discos compactos, películas de vídeo, muñequitos de goma fabricados en China, colonias, champús, camisetas, mochilas, gorras, toallas, cobertores, cromos, puzzles, caramelos, chicles, cuentos, CD Rom, cajas de música, vasos, tazas, platos, manteles, chupetes, biberones, muebles, etc. Incluso hay películas japonesas, como los Powers Rangers, donde los diseñadores de vestuarios, vehículos espaciales y demás artefactos articulados son también diseñadores de juguetes pareciendo dichas filmaciones, más que otra cosa, anuncios publicitarios de esos que inundan la televisión durante las campañas de navidad.

CINE Y TELECOMEDIAS: Los telefilmes norteamericanos de acción son la versión más elaborada de ese lenguaje manipulador que ha creado la publicidad. Se apela a los instintos más primarios, abundan los estímulos encaminados a facilitar la identificación del público con los protagonistas, buenos, guapos y simpáticos así como a estimular la repulsión hacia sus antagonistas, malos, feos y antipáticos y la vida de receta de cocina, se estimula la visión maniquea de la vida (cuando llegas a una película a la mitad coges perfectamente el hilo de la historia cuando preguntas quienes son los buenos y quienes son los malos), estereotipos por doquier, el reflejo acondicionado de Skinner mediante esas comedietas de serie de media hora de duración que te sirven carcajadas enlatadas como estímulo o para que sepas cuando hay que reírse, o los filmes de terror en los que el tipo de música que ambienta la escena te predispone al miedo, o las insoportables persecuciones de coches de las películas policiacas, o los personajes planos, puros y sin contradicciones de ningún género que las representan, que son inhumanos a fin de cuentas, pues tan inhumanos son sus buenos como sus malos.

LOS FOLLETINES: Después tenemos los folletines y los culebrones que enganchan, que obligan al espectador a estar clavado ante la tele a la hora en que comienza el nuevo episodio. Luego llegan los nudos de la historia, corte y relleno de publicidad por espacio de quince minutos, que se la tiene que tragar no vaya a ser que se pierda la continuación de la historia. ¿Y qué son esas historias? Son las sucesoras audiovisuales de las radionovelas de postguerra, sucedáneos, como el valium contra el aburrimiento y el estrés, cuentos de la cenicienta hechos para adultas sentimental y sexualmente insatisfechas donde hermosas y humildes muchachas de origen desconocido (que casi siempre suelen ser de clase alta) empiezan enamorándose y teniendo un hijo que a lo largo de la historia va pasando de mano en mano como la falsa moneda, saltan de uno a otro obstáculo que le tienden en el camino sus envidiosas madrastras y hermanastras hasta encontrar su verdadero amor, su príncipe encantado, muy noble aunque algo tonto, de nombre compuesto, muy al estilo sudamericano. Al final pasa lo que tiene que pasar, la familia natural se recompone a la par que los postizos y envidiosos pseudo familiares se disuelven, siempre en el antepenúltimo y penúltimo capítulos. Pero los culebrones de producción nacional no se quedan muy atrás. Cierta serie de gran éxito es el exponente de los tópicos clasistas más manidos y repugnantes, el tópico de la familia burguesa madrileña con su chacha andaluza (en realidad es una actriz madrileña parodiando el acento andaluz, que eso si que nos revienta a los que somos andaluces) autoritaria y paternalista para con sus amos, como la esclava/nodriza negra de Lo que el Viento se llevó, con unos currantes que parecen ser oligofrénicos, con sus abuelos en pleno estado de chochez senil, con sus nietos y nietas repelentes y estúpidos, girando todos alrededor de los protagonistas, profesionales de clase media-alta, y después, para que no falte, su moralina familiar.

DIVERSIÓN Y ESPECTÁCULO:: El hombre masa de Ortega, el hombre unidimensional de Marcuse son los televidentes idóneos, capaces de tragarse sin rechistar ni protestar Esta Noche Cruzamos el Misisipí o las Crónicas Marcianas, esos Magazines nocturnos donde se esparce basura en tropel, en los que destaca un presentador elegantemente vestido rodeado de su troupe de bufones, donde la deformidad humana se convierte, al igual que en las antiguas atracciones y barracas de feria - afortunadamente hoy (casi) extinguidas, - en objeto de mofa, befa, burla y escarnio. A un señor de muy poca estatura se le coge en brazos, se le disfraza de niño y de otras mil cosas más,. A otro señor, minusválido, se le sube a un coche de diseño estrafalario, lleno de luces intermitentes, etc. Estamos de nuevo en la época del Bombero Torero y del Hombre Elefante, de ese dudoso sentido del humor barroco que veía la deformidad humana como un motivo de hilaridad . Estos programas, nos ofrecen además las intelectuales aportaciones de insoportables chismosos sociales o de señores amanerados que gritan como locas, así como de tipos que arrojan basura al público con un ventilador, de sexólogos/as de vodevil, de ideólogos de bolsillo (que siempre resultan ser los mismos, ¡qué casualidad!) de uno y otro bando que siempre dicen lo mismo debatiendo siempre sobre temas anodinos, donde un público también de bolsillo dice a quien hay que aplaudir y a quien hay que silbar, espectáculo de relleno, salpicado de escándalos, de ex-policías que revelan los entresijos de las páginas de sucesos más morbosas de la actualidad, de extraños politólogos de usar y tirar dedicados a escribir best sellers que no sirven ni como papel higiénico y que desvelan en exclusiva las más oscuras tramas, complots y conspiraciones políticas y, a imagen y semejanza de las técnicas publicitarias, la contínua búsqueda del impacto en el público basándose en el morbo.

Pero aquí tampoco se trata de centrarlo todo en el intelecto y dejar la diversión al margen. Lo que se critica no es la diversión o el entretenimiento al que sirve el medio televisivo, sino el sentido profundamente perverso que ha acabado imprimiendo ese medio a la diversión y al entretenimiento. La televisión suplanta la diversión propia por un género de diversión proyectiva, ajena y por una espontaneidad calculada al milímetro. Los Shows de los graciosos está inmerso en la reproducción del medio televisivo, como la propia auto-parodia que se hace a sí mismo este medio electrónico suplantador del mundo real. Cierto contador de chistes se ha hecho super-famoso, ha impactado decididamente en el público por su abuso de palabras-comodín, de muletillas sin significado, de tics histriónicos, etc., hasta el punto de transmitir su peculiar lenguaje, y el consiguiente deseo de imitarlo, al gran público.

CONCURSOS ¿Y qué me dicen de los concursos? Los concursos: son el buque-insignia de la Televisión. Sus escenarios son siempre similares: azafatas decorativas (mujeres florero) entre bastidores, presentador y presentadora simpáticos y sonrientes de oreja a oreja. Al televidente se le educa en el estímulo auditivo, en la señal de acierto y de error: una sintonía de tres notas en tono creciente apunta el acierto del concursante, otra sintonía de tres o cuatro notas estridentes en tono decreciente avisa del error. Las señales visuales y auditivas de la televisión recuerdan los métodos de adiestramiento y doma de animales con vistas a su exhibición circense. Y es que los concursos televisivos tratan a los humanos de una forma no muy distinta a como lo hicieran los domadores circenses con las focas, los elefantes, los leones o los osos. La estridencia, la intensidad, los tonos, el aplauso, la risa, sustituyen al lenguaje a la hora de señalar la recompensa por el buen comportamiento o el castigo por la torpeza. El mundo del concurso televisivo nos introduce en una faceta de sub-humanización muy próximo a la animalidad pura. Ver a una persona embadurnarse de barro o de pintura, introducirse en una cámara llena de víboras, ratas, tarántulas o escorpiones, o realizar cualquier otra perversidad que puedan idear los equipos de guionistas del programa, para ganar un coche o unos cientos de miles de pesetas, nos da la medida de la altura ética y moral a la que ha llegado el medio televisivo. Vileza por avaricia, indignidad por dinero... ¿hasta ese punto se puede rebajar la dignidad del ser humano? Parece que esa espiral no tiene fronteras. El concurso televisivo nos muestra de una forma atroz que el capitalismo no tiene límites cuando de lo que se trata es de ponerlo todo a la venta, ya sea la dignidad, ya sea la intimidad, ya sea la sensibilidad, ya sean las emociones humanas.. ¿Y qué me dicen de ese otro repugnante programa donde la Televisión hace de alcahueta a domicilio con el fin de intentar reconciliar parejas rotas, donde hablan de interioridades que a nadie tienen por qué interesar?, ¿O de ese otro, no menos repugnante, donde se dan sorpresas a domicilio y en el plató, en directo o en diferido, todo ello acompañado de los llantos, lágrimas y suspiros emocionados de los afectados y, de fondo, el sonido de una melodía sentimental encaminada a dar más realce y emotividad a la escena? ¿Y para qué hablar de ese otro, el Semáforo, donde se ponía a los participantes a hacer el idiota para mayor diversión del público? Es escalofriante ver hasta que punto es posible manipular los sentimientos humanos por dinero. De no existir una firme barrera jurídica y ética social que afortunadamente hoy lo impide, imagino que los programadores de los concursos de televisión no tendrían ningún reparo en poner a prueba la vida de los concursantes por cantidades millonarias ¡todo sea por el negocio! tal y como han planteado ciertas novelas y películas futuristas.

PROGRAMAS DE DEBATE La televisión, por televisar, televisa hasta los debates y coloquios. En cuanto el debete alcanza una cierta profundidad intelectual el moderador corta al contertulio. Como el intelecto es a la televisión lo que el agua al fuego, lo que interesa destacar son los insultos y las descalificaciones personales, incluso la agresión física (que resulta de tanta importancia para el medio televisivo que cuando se produce una la secuencia se repite una y otra vez a lo largo de distintos programas). La televisión quiere, sobre todo, debates ruidosos, contertulios rojos de ira que se gritan los unos a los otros, pero no quiere aportar ideas nuevas ni material de reflexión, todo eso es aburrido y muy poco televisivo (el horror al zapping planea siempre sobre los programadores). Un tipo de debates que gustan mucho a los programadores de televisión son los que enfrentan a científicos, intelectuales y personas cultas con astrólogos, brujos, curanderos y demás charlatanes. No son coloquios creativos ni posibilitan el discernimiento y la reflexión sino más bien todo lo contrario, por eso resultan la mar de televisivos. Los astrólogos y demás charlatanes son seres rudimentarios y primitivos, de escasa educación y menos talento todavía, salvo el imprescindible para camelar a sus clientes.. En cuanto no encuentran respuestas ni argumentos recurren al insulto, a hablar más fuerte para callar al adversario, etc, ante los brazos cruzados del moderador que muestra ante la cámara su sonrisa para dar constancia de la imparcialidad del medio televisivo. Los representantes del bando contrario (que por pura dignidad personal y profesional debieran negarse a participar en ese tipo de debates y ponerse a la altura de esos embaucadores y charlatanes, aunque parece ser que el narcisismo televisivo resulta más poderoso que ninguna otra razón) no pueden argumentar, se lo impiden tanto la televisión (¡hable de forma que lo podamos entender! o ¡no vaya a querer demostrarnos lo mucho que sabe!, les espeta el moderador) como la baja catadura moral del contertulio. Para adornar el debate los palcos se llenan de un público/claque obediente a las consignas de los directores de realización, algunas veces te meten una orquesta y todo para moderar el coloquio, como en cierto programa-basura de Canal Sur Televisión (Aquí se discute, creo que se llamaba). También parecen ser muy televisivos los debates entre feministas-traga-hombres y machistas empedernidos. Al ser un tema que suscita gran visceralidad por situarse en el epicentro del chovinismo personal-sexual de los interlocutores, puede mover grandes audiencias, por mucho que su aportación intelectual sea cero. Los bandos suelen estar bien definidos; por una parte, feministas a las que solo les falta morder y de otro a famosos del mundo del espectáculo destacados no precisamente por su altura intelectual sino por su ideario personal conservador en materia sexual. A la televisión le sobra la opinión de personas que pudieran aportar un mínimo de lucidez al debate o de puntos de vista distintos a los manidos y mascados tópicos de siempre, como pudieran ser los de personas consagradas al estudio de la antropología, de las relaciones sexuales y personales a lo largo de la historia, etc. Así que, con independencia del tema a debatir, la televisión apuesta por la especialidad del debate-murmullo donde los interlocutores se atropellan, se quitan la palabra, gritan y se superponen, debates donde lo importante no es lo que se diga sino el tono con el que se cuenta, con un público dispuesto a aplaudir hasta el entusiasmo las afirmaciones categóricas y sentenciosas.

DIBUJOS ANIMADOS: Si hiciéramos un campeonato de violencia, crueldad y sadismo en los dibujos animados, yo no le daría la Palma a los dibujos japoneses (que, por cierto, son francamente horrorosos) sino a otros bastante más tradicionales, plagados de gatitos, perritos, ratoncitos y conejitos, los producidos por la estadounidense Warner Bross. Estos son y han sido los dibujos animados por excelencia del medio televisivo. Las viñetas del Coyote y el Correcaminos son todo un alarde de violencia, crueldad y sadismo, hechos a base de persecuciones, bombas que estallan cuando se tragan, explosiones de dinamita atada al rabo de la víctima, encadenamientos sobre los raíles del tren, caídas por inmensos precipicios, etc. por no hablar de las historias del gato Silvestre y el canario Piolín, una exaltación de las más refinadas historias del Marqués de Sade..

DOCUMENTALES: Quizá sean los documentales de naturaleza los espacios televisivos más celebrados por el público culto. Pero no por ello dejan de ser televisión. ¿en qué sentido? Nadie que se adentre en una selva con una cámara recoge tantos y tantos detalles como hacen los documentales de animales. Cierto género de documentales faunísticos son los responsables de una visión deformada del mundo. Mucha gente piensa que el continente africano es más o menos un parque zoológico lleno de leones, jirafas, cebras, antílopes, chimpancés y elefantes salpicados por tribus de negros que cantan y bailan alrededor del hechicero. Otros, mezclan la vida de los leones con la de los Masáis, vistos como un elemento más de la fauna local. Los más lamentables de este género son, como siempre, los norteamericanos, que nos narran, en clave de película de biografías aventureras, con pompa y espectáculo, consustancial al medio televisivo, la vida de una morsa, de un oso, de un coyote o de un caimán, desde el mismo momento de su nacimiento. Es todo pura manipulación, al animal en cuestión le ponen nombre y, a medida que transcurre su vida, ve como van sucumbiendo sus congéneres a otros depredadores, como conoce a su pareja, sus crías, etc. No es casual que los animales preferidos para este género, por su espectacularidad, sean los depredadores: los tigres, los leones, las orcas, las águilas, los tiburones, o los cocodrilos, ocupando un puesto preferente los vertebrados superiores. El antropomorfismo hace que se de también preferencia a los documentales sobre la vida de los primates. La vida de las plantas, de las bacterias o de los invertebrados, que ocupan mas del noventa por ciento de la biomasa del planeta, parece que carece de ese interés documentalístico. Existe otro tipo de documentales que, aun pretendiendo dar una apariencia más científica, están también basados en la manipulación del comportamiento animal o de escenas provocadas, el propio David Atenborough lo reconocía así en la presentación de su serie The Trials of Life (La vida a prueba).. Sabemos que Rodríguez de la Fuente usó en más de una ocasión a sus propios lobos para filmar escenas de caza o que una episodio tan espectacular de su serie El Hombre y la Tierra como la del águila real que captura un muflón desde los riscos de la Sierra de Cazorla fueron todo un montaje televisivo. Otras formas de manipulación son las secciones de madrigueras con un cristal para situar bien la cámara y, en general, casi todos los montajes perpetrados por la National Geographic que tan solo persiguen la espectacularidad (los volcanes, los tifones, los maremotos) y el impacto en el público.

INFORMATIVOS: Ese fenómeno al que se le ha dado en llamar sensacionalismo lo podemos considerar como un producto genuino de la sujeción de la información a la lógica de la mercancía. La noticia-mercancía supedita su valor de uso propiamente dicho, la transmisión de la noticia como tal, a la realización de su valor de cambio dentro de un mercado dominado por la competencia. Y es aquí donde la televisión subordina a los restantes medios de comunicación de masas, a la prensa gráfica y escrita fundamentalmente, a una carrera demencial en la que se busca fundamentalmente es el impacto publicitario. La noticia-mercancía toca de muerte la veracidad y objetividad de toda fuente de información. Los llamados tabloides se sienten obligados, incluso, a inventarse la noticia, a crearla. La búsqueda de la exclusiva sitúa a todas las cadenas en el límite de la información y la ficción. Esa competencia desesperada por vender la noticia-mercancía exige maquillar la información, caricaturizarla en sus formas más burdas, impactantes y necrófilas.

Los espacios informativos son la otra preferencia del público culto, lector de periódicos. Pero también han sido previamente televisionados. Información, lo que se dice propiamente información, noticias, tienen realmente poco, un escaso treinta por ciento. El setenta por ciento restante lo ocupa la información deportiva, es decir, noticias referentes al fútbol, considerado de gran interés para la audiencia. Contemplado administrativamente, el fútbol es un deporte más de los que regula y gestiona una pequeña Secretaría de Estado de un pequeño Ministerio (de esos, llamados ministerios decorativos) Las disputas entre entrenadores holandeses y jugadores brasileños o croatas de equipos de fútbol españoles parece que tienen una enorme trascendencia para el país, hasta el punto de provocar un inusitado despliegue de periodistas, cámaras y micrófonos allá a donde esos doctos señores quieran contar cualquier mamarrachada de las suyas: que si no están contentos con el entrenador, que si este no está contento con ellos, atribuyendo el comentarista a cuanto salga por esas bocas una importancia descomunal. La televisión ha encumbrado en la gloria y ha colocado en la galería de personajes ilustres por sus exabruptos públicos (que parecen ser muy televisivos) a auténticos gángsters ligados al mundo del fútbol. Informa sobre fruslerías y vanalidades que no tenían por qué tener ningún interés salvo para el mundo de la televisión. Es capaz de informar sobre los sucesos de Timisoara (Rumanía) destacando unas cifras desorbitantes de víctimas de Ceaucescu, mostrando falsas fosas comunes repletas de cadáveres que en realidad correspondían al desalojo de un cementerio de pobres, en suma, de crear tal atmósfera de intoxicación sobre el tema como para inspirar en el público una sensación de alivio y satisfacción ante el proceso/auto de fe que se organizó contra los Ceaucescu (donde hasta el abogado defensor pedía la pena de muerte), es capaz de situar cormoranes bañados en alquitrán de las costas de Alaska en otro punto geográficamente muy alejado, las costas del Golfo Pérsico. Los trucos de montaje de imagen y sonido resultan muy útiles a este medio, sobre todo cuando este mismo medio ha llegado a tener la consideración de un oráculo del que emanan verdades eternas e inalterables. Pero informar no equivale a visualizar, y esa es la gran servidumbre de la información televisiva. El mundo virtual de la imagen se superpone al mundo real, el orden de prioridad de la noticia no la da la noticia en sí sino la mayor o menor cantidad de imágenes disponibles por el medio. Las transmisiones en directo destacan la primacía de la imagen. El comentarista se convierte en un pelele al servicio de la imagen en directo. En su afán de dar sonido ha de comentar y comentar, incluso las mayores estupideces que le vienen a la cabeza

LA CONSTRUCCIÓN DEL TELE-MITO. La era pre-televisiva ha conocido mitos bastante poderosos, por cierto. Los mitos de la antigüedad tuvieron forma narrativa y estructura argumental, se plasmaban en la construcción del cuento y en la explicación religiosa. La simbología se había aliado inexorablemente a la mitología. Los personajes del mito tenían presencia, una presencia abstracta que se articulaba en una secuencia de representaciones Los multimedia han dado cuerpo al mito. Han construido el mito político y el mito cultural, el mito erótico y el mito .

Los personajes que lanza al gran público la televisión no pertenecen a este mundo. Viven en su Olimpo particular. Son nuevos dioses, dioses virtuales, los dioses propios de la era tecnológica. Los personajes reales que los representan les dan cuerpo, imagen y sonido. Pero el tele-mito, más que como personaje real, se presenta como epicentro al que confluyen y convergen las pasiones y pulsiones de millones de tele-espectadores. El tele-mito ya se trate de un/una cantante, un actor, una actriz, un torero o un atleta es visto y oído simultáneamente por millones de personas y tiene la virtud al mismo tiempo de ser intangible e intocable. No ve a nadie y nos ve a todos. Su presencia se hace tan lejana como inmediata. Su existencia se hace artículo de fe. Se le admira y se le adora y, al mismo tiempo, se muestra indiferente a esa adoración, por mucho que su existencia como tele-mito se debe a la persistencia de esa adoración pública. El tele-mito no puede tener vida privada, ese es un ámbito de existencia propio de los simples mortales, vedado por completo al tele-mito, por mucho que gran parte de su existencia la empeñe en combatirse a sí mismo El tele-mito muere cuando pierde sus seguidores, desde el mismo momento en que deja de ser objeto de veneración y difícilmente puede resurgir como el Ave Fénix de sus cenizas. Una vez expulsado del Olimpo es condenado a vivir como un simple mortal. La vitalidad del tele-mito, al igual que la de los mitos religiosos tradicionales, le viene dada por sus millones de feligreses aunque, y esto es lo que los distingue de los mitos tradicionales, la secuencia temporal de devoción a los mismos es necesariamente efímera y limitada, regulada como está por las leyes del mercado.

TELEVISIÓN Y VIDA COTIDIANA

A la Televisión confluyen todas las pasiones humanas. Es un aparato fuertemente personalizado. Se entabla con ella una compleja relación amor-odio difícil de desenmarañar. Por un lado, se la odia a muerte (conozco muy pocas personas que hablen bien de la televisión) por otro, no se puede prescindir de ella, es como una droga que crea adicción. Se la apaga pero siempre se la vuelve a encender. Cuando se hace una mudanza es el primer electrodoméstico que se lleva a la nueva vivienda, aunque solo haya una silla y una cama nunca podrá faltar el televisor, está antes incluso que otros electrodomésticos más necesarios como la lavadora o la aspiradora. Resulta asombroso ver barriadas de chabolas donde falta de todo, incluso el agua corriente y, sin embargo, ahí está puesta la antena de televisión. Parece como si la televisión fuera el alma de la casa, lo único que confiere sentido a la vida familiar. Con el abaratamiento de precios de los electrodomésticos ya se pueden instalar televisiones de 24 pulgadas en los dormitorios, en la cocina y, ¿porqué no? hasta en el cuarto de baño. Así, la multiplicidad de cadenas salvaguarda la unidad de las familias: la esposa puede ver tranquilamente su novela vespertina, el marido el partido de fútbol y los niños los dibujitos. Todos son felices porque la televisión también está por el pluralismo biosocial .

No se concibe una vida cotidiana sin televisión. Ella nos suministra toda la materia prima que necesitamos para conversar y discutir. La sociedad super-tecnológica ultra-especializada, con unas materias de conocimiento tan compartimentadas y seccionadas no está en condiciones de hacer el conocimiento ni su divulgación accesibles a la sociedad. El conocimiento se encuentra encapsulado en reducidas capas sacerdotales tecno-burocráticas que padecen una incapacidad congénita de inter-comunicación tanto endógena como exógena. La televisión se encarga de suplir ese vacío o ese espacio inexistente. Su función no puede consistir en divulgar conocimientos sino más bien en todo lo contrario en vulgarizar la realidad. El conocimiento que transmite es inevitablemente un conocimiento tamizado a través de las estructuras del consumo de la mercancía, que son, a la par, causa, origen y esencia del lenguaje televisivo. La televisión, situada en el subsuelo del cretinismo, nos facilita los rudimentos intelectuales mínimos con los que encontrar referentes en la vida diaria. La ideología del hombre unidimensional de la sociedad capitalista de nuestros días ha sido mediada, producida y elaborada no por las estructuras tradicionales de dominio ideológico, Iglesias y Estados, familias (aunque hoy por hoy la familia se ha convertido en pura televisión) y escuelas, sino por la televisión. La gente comenta las noticias que le sirve la televisión, las anécdotas de la televisión, las apariciones de la televisión, las campañas electorales de la televisión, las guerras de la televisión, los famosos de la televisión, el parlamento de la televisión, los partidos de fútbol de la televisión, los políticos de la televisión, los intelectuales de la televisión, los anuncios de la televisión, el Papa de la televisión, los chistes de la televisión...

LA POLÍTICA, AL SERVICIO DE LA VISUALIZACIÓN. LA VISUALIZACIÓN, AL SERVICIO DE LA POLÍTICA

La televisión personaliza como nadie la política, convierte a los partidos en sus cabezas visibles. Los partidos políticos, a su vez, se auto-televisan, conscientes de la importancia que tiene la imagen en la manipulación de la sociedad, crean, adjuntas a sus estructuras burocráticas sus correlativas Secretarías de Imagen que, según parece, tienen un papel importantísimo. En virtud del mundo visual la estética se impone sobre la ética. La gente no votaba al PSOE, votaba a Felipe (la extrema personalización de ese político hacía que se le designara por su nombre de pila), incluso en otras elecciones administrativas, municipales o autonómicas, donde no se presentaba como candidato le seguían votando a él. La televisión reduce los idearios y los programas políticos a sus líderes. Los políticos cronometran al segundo sus apariciones televisivas en los periodos electorales, y realmente en ello les va su futuro. Antes de comparecer ante las cámaras de televisión se maquillan la cara al milímetro (¿significará esto que los electores también votan a favor de los cosméticos y las marcas de maquillaje?) Y encomiendan sus campañas electorales a las mismas empresas de publicidad que confeccionan los anuncios de las marcas de coches y lavadoras. Un conocido político del PSOE - Alfonso Guerra - llegó a afirmar que prefería un minuto de televisión a mil militantes (de ser militante de ese partido y saber que, a los ojos de sus dirigentes, valgo menos que una milésima de fracción de segundo de retransmisión televisiva rompería inmediatamente el carnet). El poder ha creado todo un circuito interactivo con la televisión y la sociedad. La televisión ha domesticado a los ciudadanos, en el sentido de que los ha encerrado en sus viviendas, ha cortado la relación umbilical ciudadano calle espectáculo.

Las mentes televisionadas se han reblandecido. Han perdido las facultades mínimas de decisión y elección. El espíritu crítico se ha evaporado por completo. Ante el televisor tragan y tragan lo que les echen, se dejan arrastrar por los imperativos publicitarios y, en definitiva, son fácilmente manipulables y aterrorizables. Cuando los socialistas convocaron el referéndum sobre la OTAN se valieron del televisor de forma canallesca: asustaron, intoxicaron, manipularon y amedrentaron a la opinión pública hasta extremos inauditos. Como ahora, donde la Guerra de Kosovo ha convertido al televisor en un instrumento de guerra. El televidente es incapaz de discernir qué es lo que realmente sucede, porque las imágenes que le muestran hablan por sí solas. No es necesario inducir una opinión; la opinión la dan las imágenes que se suceden. El televidente no sabe que esas imágenes han sido previamente escogidas y montadas para su consumo, lo que ve es la realidad como la vida misma. No necesita argumentos ni razonamientos, lo importante es verlo, es ser testigo ocular.

En el fondo, algo monstruoso está ocurriendo, la televisión se ha apropiado de la imagen y el sonido de toda la sociedad. Para ello ha tenido que devorar previamente las inteligencias a costa de servir lo que gusta al público y al mismo tiempo hacer gustar al público lo que sirve. La cultura ha debido pagar un elevado tributo por la tecnología, hasta tal punto que si no se le pone pronto remedio amenaza con convertir a la humanidad en una especie en regresión intelectual, en un nuevo tipo de bárbaros tele-dependientes dispuestos a arrasar con todo lo que se les ponga por delante con tal de que se les vuelva a suministrar su droga visual

La televisión solo puede ser así. Los sistemas totalitarios la ponen a sus servicio como instrumento de propaganda y control político-ideológico. La dictadura franquista, para impedir que la gente saliera de sus casas durante los días programados como jornadas de lucha, manifestaciones, etc, retransmitía corridas de toros o partidos de fútbol de gran audiencia. Por otro lado, los regímenes capitalistas auto-denominados democráticos la usan, no para fortalecer la participación democrática precisamente, sino para ponerla al servicio de la reproducción de la mercancía, como instrumento de consumo.

A MODO DE CONCLUSIÓN

A la edad moderna se la ha llamado era de la Razón. Descartes, Leibniz, Spinoza, Kant, etc fundaron sus sistemas en las facultades humanas de análisis y discernimiento, de abstracción y representación. Nuestra época actual, de mediados de los cincuenta a esta parte, nos ha introducido en una era muy distinta, la de la visualización. La ciencia y la técnica, nacidas de la síntesis logos y empyria, han acabado creando la televisión y los sistemas audiovisuales multimedia. Y la televisión está destronando a la razón. Ha empezado a anular el desarrollo de aquellas áreas corticales del niño que llevan consigo las facultades de integración simbólica. Si no se le pone remedio a tiempo, sus efectos pueden ser fatales e irreversibles. La televisión amenaza con hundir en un periodo de regresión, cultural y biológica, a toda nuestra especie. Su influencia puede ser más nefasta aún que la que en su momento tuvieron las grandes religiones. Al menos, las religiones no llegaron a afectar (aunque sí a ralentizar) el desarrollo de las facultades de razonamiento, abstracción, análisis y discernimiento. Cuando el cura desde el púlpito lee a los feligreses pasajes de la Biblia, al menos les está transmitiendo información simbólica mentalmente discernible. Y es que, en efecto, la televisión es hoy por hoy el opio del pueblo. La técnica, en este caso, no nos ha hecho progresar, más bien nos ha hecho regresar a un estado de cuasi-barbarie. De seguir así las cosas, las nuevas generaciones serán cada vez menos inteligentes, menos racionales y más emocionales.

Los televidentes se convertirán, en breve plazo, en un público de cretinos arracionales, materia prima del mercado. Los mismos cretinos que se conmovieron y lloraron a raudales cuando se transmitió por televisión (no podía ser menos) el entierro de la ex Princesa de Gales, ahora se quedan fríos e impertérritos ante los actuales bombardeos de la OTAN sobre Serbia y Kosovo, ante las víctimas del integrismo islámico en Argelia o de la intervención rusa en Chechenia como algo que no les afecta. El público de cretinos que sigue de cerca y con gran entusiasmo y fruición las andanzas de play boys, princesas, modelos, toreros, cantantes, actores, actrices, millonarios y parásitos sociales, son una criatura genuina de la televisión.

La subcultura de masas de esta época parece no encontrar precedentes en la historia, y es que la moderna tecnología ha creado un monstruo que antes de implantar sus contenidos ideológicos se encarga de devorar las estructuras cognitivas del ser humano, de amputar, al igual que el clítoris de las mujeres en Burkina Fasso para que no puedan gozar sexualmente, las facultades intelectuales para que no puedan pensar ni discernir. Como decía al comienzo, la cultura popular tradicional, de base empírica y de transmisión interpersonal oral, ha sido barrida del mapa por obra de la televisión. La televisión transmite experiencias que no precisan comprobación, la misma imagen de la pantalla se encarga de ello, de asegurar y comprobar. A su alrededor se ha creado una masa neo-analfabeta

La televisión solo puede mantenerse si es financiada por el capital. Los bajos índices de audiencia no permiten retransmitir conciertos de música clásica, ni ponencias de filosofía, ni obras de Tolstoi, ni documentales sobre el origen y evolución de hombre o sobre el proceso de fabricación de un televisor o un ordenador. La televisión nunca podrá ser educativa. Entre las masas aculturizadas y los medios de comunicación aculturizadores se crea un circuito de retroalimentación, un bucle mutuamente recursivo. Y es que la enseñanza es a la televisión, lo vuelvo a repetir, lo que el agua al fuego .

No se puede asegurar alegremente que determinados programas sean tele-basura y otros no. En realidad, la basura está en todas partes: en los anuncios, en la publicidad, en la teletienda, en los programas patrocinados por marcas comerciales, en las series, en las noticias... toda la televisión es un inmenso folleto de propaganda que bombardea las mentes sin piedad y que necesita un público de cretinos para sostenerse, ese mismo público al que atiborra de bazofia y de noticias del corazón, eventos futbolísticos, crónica rosa y demás basura

LA VIDA, UN HECHO FORTUITO PRODUCIDO EN UN SOLO ACTO

LA VIDA, UN HECHO FORTUITO PRODUCIDO EN UN SOLO ACTO

 

NUESTRO MUNDO ACTUAL ES UNO DE LOS MUCHOS MUNDOS POSIBLES. La versión de la vida que conocemos es una versión entre otras que quedaron en el camino, nuestro presente histórico es uno entre otros que no llegaron a fraguar, ¿Tan difícil es esto de entender, so patán? ¿Cuántas posibilidades tuviste de haber sido concebido tú y no otro distinto? Pues una partida por el número de espermatozoides, es decir, una entre treinta millones. Claro, lo que ocurre es que alguien tan obtuso como tú, Macmurciélago, contempla su existencia exclusivamente desde su presente y no mira hacia el pasado. Anda, sigue calculando probabilidades, de que tu padre y tu madre se hubieran o no conocido, de que se hubieran conocido o no tus abuelos, tus bisabuelos, etc, y divídelo entre los espermatozoides ... tenemos que tu nacimiento hubiera sido absolutamente imposible e improbable.

Sigamos aplicando cálculos hasta llegar al origen de la vida, merluzo. IMPOSIBLE. ¿Cual sería tu conclusión? Pues Dios, claro. ¡Pero mira uqe eres palurdo!

Vaya descubrimiento, Laplace no conoció el Big-Bang, lo cual no quita ni a Newton ni a él el mérito de haber sentado las bases de la física moderna. Por cierto, como muestra de tu ingente cultura no has sabido decirme cual fue la respuesta que Laplace dió a Napoleón: "Sire, no necesito hacer uso de esa hipótesis"

El proceso de formación de la biósfera, fortuito como pocos, no ha sido el resultado de un solo sorteo de lotería sino de varios sorteos a elegir un número entre miles de millones de posibilidades en contra. El primer azar lo podemos encontrar en la formación misma del átomo de carbono, base del sistema viviente. Para la síntesis del núcleo de carbono en el interior de las estrellas debió concurrir de modo casi simultáneo el choque de tres núcleos de helio. El problema radica en que el choque de dos núcleos de helio produce la formación de un núcleo bastante inestable de berilio (Be8) y para que se sintetice el átomo de carbono se requiere una nueva colisión, casi inmediata, de este fugaz átomo de berilio con otro de helio, siempre que el primero no se desintegre antes. Aún así la colisión no tiene ni mucho menos garantizado el éxito al cien por cien, pues habrán de intervenir otros factores favorables a la génesis del carbono, como la energía del choque que necesariamente habrá de equiparar la resonancia nuclear del nuevo átomo de helio con el del átomo compuesto de berilio. Aún así el nuevo átomo de carbono (C12) no las tendría todas consigo, un cuarto choque con un nuevo núcleo de helio podría generar un nuevo material, oxígeno (O16), aunque en este último caso, la suerte corre de cargo del carbono, pues una resonancia en el núcleo de (O16) está por debajo de la energía térmica de sus componentes.

Parece ser que la síntesis que se operó en el caldo prebiótico de hace cuatro mil millones de años ha sido consecuencia de un proceso que se produjo fortuitamente en una sola ocasión, en un solo lugar. No hubo en este caso formaciones paralelas ni convergencias. Francis Crick , Jacques Monod y otros biólogos destacan que la inmensa analogía de toda la materia protoplámica del planeta Tierra nos ha de inducir a creer que efectivamente sucedió de ese modo. Los bioquímicos apuntan a que la totalidad de los seres vivos de este planeta tienen una composición proteínica idéntica: las proteínas están compuestas por un grupo de veinte aminoácidos básicos, justamente cuando se pueden generar cientos de aminoácidos distintos tal y como se ha comprobado en el laboratorio. Además, las moléculas de todos los sistemas vivientes aparecen formadas invariablemente por la combinación de seis elementos químicos: carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, fósforo y azufre, pese a que el carbono podría ser intercambiable por el silicio (como base del sistema orgánico) y la molécula de hidrógeno y oxígeno (agua) por el amoniaco (como vehículo y disolvente), dando esos elementos la misma viabilidad a los sistemas vivientes.

Sin embargo, vemos que la vida nucleo-proteinada fundada en las proteínas compuestas por los veinte aminoácidos y que la química del carbono monopoliza totalmente la biósfera. No obstante se tiene una marcada tendencia a dogmatizar la vida en base al carbono y al agua como única posible incluso en los hipotéticos sistemas vivientes extraterrestres, lo que significa que de un hecho fortuito producido en este planeta se pretende establecer una necesidad universal absoluta aplicable a todos los sistemas vivientes posibles (el dogmatismo parasita a la ciencia de forma contínua). La conclusión no puede ser otra que la biósfera procede de una única fuente, una única célula, el “accidente congelado”. Jacques Monod advierte que aunque esta idea pueda parecer desagradable a los científicos es la única hipótesis posible de trabajo por cuanto que


por la universalidad misma de sus estructuras, empezando por el código, la biósfera aparece como el producto de un acontecimiento único. Es posible, desde luego, que este carácter singular se deba a la eliminación, por la selección, de muchas otras tentativas o variantes. Mas nada impone esta interpretación.


En igualdad de condiciones, y con los mismos ingredientes, un mismo fenómeno ha de tender a reproducirse de forma exacta. En eso consiste la experimentación con técnicas de laboratorio, en reproducir acontecimientos contando con los elementos y factores previos en su dosis adecuada y en las mismas condiciones del acontecimiento que se pretende reproducir y representar. En relación a la cuestión, el azar solo existe en la medida en que desconocemos los factores, magnitudes y variables que han intervenido en la producción de un suceso. El problema radica en determinar en qué condiciones se produce la conjunción de factores necesarios desencadenantes del efecto , o si esa conjunción misma está ligada a la leyes que formulamos sobre la probabilidad estadística. Por eso precisamente, porque la naturaleza no está sujeta al control de un laboratorio, debemos formular las leyes favorables a que un suceso se produzca en términos de azar y probabilidad. Descartada la necesidad de que se genere la conjunción de factores desencadenantes y, visto que estamos tratando de acontecimientos contingentes, no tenemos más opción que recurrir a las leyes estadísticas.

Si realmente la formación de la vida obedeciera a una necesidad inscrita en la esencia misma de la materia inerte, debieron de producirse desarrollos paralelos con formas de vida o de materia orgánica dependiendo de los elementos compatibles existentes en el medio propicio, y no necesariamente idénticas como sucede en nuestro mundo. Se debió generar una irradiación adaptativa en función de los elementos existentes. Observamos que caben cientos de aminoácidos posibles para formar proteínas y, sin embargo, las proteínas de las estructuras vivientes son escasamente una veintena, o, así, las zonas ricas en carbono hubieran organizado los compuestos polinucleótidos en base al carbono y las zonas ricas en silicio (el átomo del silicio tiene cuatro enlaces exactamente igual que el del carbono y crea también estructuras estables, como es el caso de la arena) hubiesen hecho uso de este elemento para formar cadenas orgánicas . Pero la estructura del código es idéntico. La misma espiral de las moléculas de ADN es idéntica en todos los organismos, todos se basan en la misma estructura de la información del código, incluso el sentido de la doble hélice es invariablemente el mismo en todos los organismos vivientes, las moléculas están dispuestas hacia la derecha, nunca hacia la izquierda. Pudieron formarse otros sistemas vivientes no basados en los sistemas nucleo-proteinados o estructurados en base a sistemas eléctricos y no a través de reacciones químicas. El libro de la vida, en el plano teórico, debía ser un libro abierto y sus posibilidades iniciales debieron ser múltiples, pero lo invariable e idéntico de su estructura nos hace pensar que no fue así. No se sabe si por selección natural se impuso el que corresponde hoy a la totalidad de los organismos vivientes, pero este mismo hecho ya nos induce a sospechar seriamente que no hay una necesidad natural y eterna de que se produjera el resultado de las estructuras vivientes tal y como hoy lo conocemos.

Durante tres mil millones de años nuestro Planeta estuvo habitado solo por microbios. Nada hacía augurar, hace seiscientos millones de años, la explosión cámbrica, el despegue de los pluricelulares ni la extinción masiva que la sucedió. Un gigantesco azar seleccionó, recompuso, recombinó sistemas de especies.

Sin duda, el hombre (como cualquier otra especie biológica) es un producto de la acción combinada del ecosistema, de las estructuras replicantes, de los agentes mutógenos de, de las resistencias ambientales, de las resistencias organísmicas del azar y de la necesidad. Podemos asegurar que, en el caso de que se destruyera toda la vida del planeta y volviera todo a comenzar de nuevo, de surgir una forma de vida inteligente (algo hartamente improbable), ésta sería totalmente distinta a la que conocemos hoy

Edgar Morin señala con gran acierto que

"" somos los herederos de los protozoarios que, incapaces se asimilar la energía solar, desarrollaron entonces estrategias heterótrofas. Somos los herederos de las anaerobias que, enfrentadas al veneno mortal del oxígeno, han acondicionado su organización para servirse de él como desintoxicante. Somos los herederos del pez despavorido que encuentra su respiración en lo que le asfixia. ""

Si los vertebrados superiores estamos dotados de cuatro extremidades es porque procedemos de los peces que contaban con cuatro aletas natatorias. A la vida acuática de nuestros antecesores debemos igualmente que nuestros ojos sean húmedos y acuosos. Nuestro sistema circulatorio y digestivo ya se encontraba simplemente esbozado en el mar, el sistema respiratorio y los pulmones son las primeras conquistas terrestres que proceden por evaginación de la cavidad esofágica, nuestra formación embrionaria, sumergida en el líquido amniótico, nos recuerda nuestra procedencia de animales marinos.

A la producción de todo suceso singular han concurrido miles de factores diferentes, concatenados a fenómenos destructivos. La inteligencia y la cultura pudieron ser una respuesta elegida al azar de entre un número indeterminado de respuestas. Un fenómeno destructivo imprevisto fué el cambio climático ocurrido al final de la era Mesozoica. Un conjunto de especies perfectamente adaptado al ecosistema sucumbió drástica y repentinamente. A la extinción masiva de los dinosaurios producida hace 65 millones de años debemos la expansión de los mamíferos que ocuparon el nicho ecológico vacante.

De no haberse producido dicha extinción, los mamíferos nunca podrían haber aprovechado la oportunidad, hubieran permanecido indefinidamente en las ratoneras al no haber encontrado la casa deshabitada.

No hay más que observar a las aves, únicos descendientes de los dinosaurios, que han copado, por así decirlo, la vida aérea: el único mamífero volador, el murciélago, sólo ha podido ocupar un pequeño espacio ecológico vacante, y para ello se ha debido hacer ciego y nocturno, pues el aire ya pertenecía a los descendientes de los grandes saurios.

Imaginémonos que no se hubiera producido esa súbita extinción masiva de dinosaurios: las pequeñas musarañas (hablo en sentido figurado para referirme a los pequeños mamíferos) de hace setenta millones de años podrían haber permanecido indefinidamente agazapadas entre las grietas de las rocas; ni siquiera "purgatorius", el pequeño plesiadapiforme, origen de los primates, hubiera hallado su oportunidad.

Se cerró un volumen de la historia natural y comenzó otro nuevo. Pero de hecho nada hay a favor de que interviniera una razón astuta que desde abajo exigiera la eliminación de unas especies como premisa de la aparición de otras nuevas, los saurios pudieron haber permanecido cien millones de años más.

De la aparición de la vida inteligente se puede decir lo mismo que sobre la aparición de la vida en general. Una sola especie del planeta es la que ha generado culturas. De haber obedecido a esa necesidad natural, varias especies distintas hubieran emprendido la misma senda hacia la cultura, y no tendría porqué haber sido una cualidad exclusiva de los mamíferos, sino también de los insectos, los cefalópodos (al respecto, se dice que el pulpo es el invertebrado dotado de mayor inteligencia que se conoce), los moluscos, los anfibios y los reptiles.

CONCLUSIÓN

El mismo argumento de la extrema improbabilidad de la aparición de la vida en la Tierra así como de la aparición del hombre que os induce a los crédulos a "deducir" o a contemplar de forma arbitraria y sin criterio la aparición de un Creador Ordenador de todas las cosas, lo usamos los incrédulos para afirmar la existencia de la vida y nuestra existencia misma como un hecho fortuito y contingente producido en un solo acto. Sobra, por tanto, el sofisma: "todo ser contingente es causado"

Dios no sirve ni como hipóstesis explicativa. Ya que eres tan sabio, acuérdate de lo que le dijo Laplace a Napoleón cuando este último le preguntó sobre el papel de Dios en el sistema planetario.

 

LOS MARGENES SON MAS IMPORTANTES QUE LOS NUCLEOS

LOS MARGENES SON MAS IMPORTANTES QUE LOS NUCLEOS

 

Un aspecto de la realidad y de la dinámica de los fenómenos históricos, biológicos y sociales, que puede llegar a ser básico aunque casi siempre en todas las grandes construcciones teóricas y científicas tiende a ser relegado por su insignificancia es el de marginalidad.

Los grandes sistemas teóricos casi siempre, en su visión de totalidad, cometen el error garrafal de deducir la viabilidad y posibilidades futuras del sistema, en rasgos generales, sobre la base de sus grandes contradicciones centrales/nucleares. El marxismo, por ejemplo, del centro mismo del sistema, de la contradicción trabajo/capital desprende la viabilidad del sistema así como sus posibilidades futuras y de camino se olvida de los fenómenos marginales que, por su intrascendencia, no merecen ser tenidos en consideración. Sin embargo, si algo nos ha demostrado la historia, tanto biológica como social, ha sido el relevante papel que ha jugado lo marginal y lo insignificante, de aquello que no se ha situado en el momento decisivo en el centro del conflicto aunque más tarde haya ido desplazando paulatinamente los grandes sistemas, incluidas sus gigantescos sistemas de contradicciones, hasta sustituirlos por completo.

En la historia humana se habla de la importancia del trabajo, del esfuerzo, de la técnica, de las grandes construcciones faraónicas y científicas, de las grandes guerras y las grandes batallas, a la par que se olvidan de que la técnica en sus comienzos no fue un principio de supervivencia sino un fenómeno marginal, un puro entretenimiento surgido en los momentos de ocio de los primeros homínidos. Antes de hablar de las inmensas creaciones del trabajo había que destacar que en sus inicios la técnica pudo ser algo similar a la que emplean los actuales chimpancés en los termiteros, algo inesencial para su supervivencia que les sirve para matar el tiempo en un ambiente relajado a la par que se entretienen viendo como las termitas se agarran al tallo-trampa que les tienden y de camino degustan una golosina.

Olvidan igualmente que hace más de setenta millones de años, entre Brontosaurios, Tiranosaurius Rex y Triceratops, criaturas enormes y esculturales, unas invisibles e insignificantes musarañas acabarían desplazando ese reino de gigantes. Olvidan que mientras los Cruzados Medievales se desangraban en su lucha contra los Sarracenos por la Fe y los Santos Lugares, no podían ni imaginar que los vulgares y plebeyos villanos que vivían arrinconados ejerciendo labores artesanas y de comercio en las urbes serían los encargados de desplazar, aniquilar y enterrar ese mundo de Nobles, Reyes y Pares. ¿Qué lección podemos obtener de todo esto?, sencillamente, que lo insignificante no es siempre tan insignificante como parece, que lo marginal e insustancial, según la Gestalt que aplican los académicos y eruditos, puede llegar a convertirse en lo realmente importante y relevante.

Tampoco las grandes construcciones del pensamiento han salido de los claustros universitarios ni de las fuentes institucionales de la sabiduría ni de las cátedras más prestigiosas. Siempre que ha surgido algo importante ha sido precisamente a pesar de esas instituciones, y ha partido de las personas más insospechadas. Un monje agustino austriaco (que pasó desapercibido en su tiempo), recluido en el huerto del monasterio de Brno, sentó las bases de la genética moderna, un clérigo polaco del siglo XVI (que también pasó desapercibido) desmoronó el sistema geocéntrico, un joven físico judío alemán marginado del mundo académico sentó a principios de siglo una auténtica revolución en la física, un astrónomo italiano del siglo XVI perseguido por la Inquisición descubrió el telescopio, un filósofo-economista alemán del siglo XIX, entre el exilio, la enfermedad y la miseria, esculpió la obra más gigantesca del pensamiento económico de todos los tiempos. ¿Porqué? Las sabidurías y las ciencias institucionales son siempre conservadoras y anquilosantes.

La ciencia institucionalizada no atiende realmente al conocimiento sino al status consagrado de los próceres de la sabiduría, catedráticos universitarios y monopolizadores de la ciencia que de modo continuo son adulados por sus subalternos y agasajados por los gobiernos. De ahí, lógicamente, no podía salir nada bueno, no podía desprenderse creatividad alguna. Los “honorables” lores británicos que regentaban el Museo Británico, Sir Arthur Keith y compañía, elevaron a los altares el cráneo falsificado del primer inglés a la par que se mofaban insistentemente del primer hallazgo fósil de un homínido africano (¿cómo iban a proceder de la colonizada y subdesarrollada África los primeros seres inteligentes?). Ante lo nuevo, los científicos oficiales no dan más de sí. Así, cuando se produjo el hallazgo del primer hombre de neandertal en 1856 las máximas autoridades académicas, los más expertos anatomistas de la época se pronunciaron sobre el descubrimiento con tesis para todos los gustos. Unos decían que no se trataba de un hombre primitivo, sino de un cosaco mongol que formaba parte de la caballería rusa que persiguió a Napoleón en 1814 y que tras desertar se había retirado a una cueva para morir, otros que el arqueamiento de sus piernas se debía a que padecía raquitismo y que el dolor que le producía esa enfermedad le hizo fruncir el ceño habitualmente, de ahí la anchura de sus arcos superciliares.

Discriminación Positiva. Una barbaridad de lo políticamente correcto

Un nuevo fantasma amenaza a las izquierdas, el fantasma de lo políticamente correcto. Este fantasma se está convirtiendo en fuente de nuevos talibanismos que amenazan a la lógica y al sentido común. Tenemos talibanes del ecologismo, tan apocalípticos y catastrofistas como los Testigos de Jehová y nos encontramos también con los talibanes del feminismo.

El anteproyecto de ley sobre la violencia doméstica que acaba de aprobar el Gobierno es toda una aberración jurídica que conculca, nada mas y nada menos, que los derechos fundamentales consagrados en el artículo 14 de la Constitución al llegar al extremo de cualificar el delito en función del sexo del autor.

Esto no hay por donde cogerlo, pues una extensión de esta doctrina, aplicada a la parte general de Código Penal, puede llegar hasta a convertir en elemento atenuante de la responsabilidad criminal la condición sexual del autor y, de ahí, tirar de la lista de prescripciones constitucionales de no discriminación hay un trecho bastante corto.

El tema de la violencia doméstica no es nada nuevo pues ha sido siempre un capítulo de la crónica negra de sucesos. Parece que el crear un nuevo concepto, el de violencia doméstica, de género o contra la mujer, se crea el hecho o el acontecimiento. Y, sin embargo, el acontecimiento ya estaba ahí, aunque con otra nomenclatura, la de crimen pasional.

Los grandes medios de comunicación de masas funcionan en este caso como creadores de realidad. Pareciera como si cuando una guerra deja de ocupar la primera página, como por ejemplo, la guerra de Afganistán, esta guerra deja de existir. Aquí sucede un tanto igual. Lo que antes ocupaba una sección de información situada por detrás, incluso, de los deportes, como era la crónica negra o de accidentes (de tráfico, laborales, etc) tenía el tratamiento de realidad subalterna y subsidiaria de los grandes temas y, por tanto, de las grandes prioridades.

Pero en cuanto la noticia pasa a primera página, a la que el periodista añade su peculiar contabilidad "y con este, van, nosecuantos casos en lo que va de año", el asunto empieza a adquirir importancia, una prioridad nacional y política de primer orden: eso que llaman la sensibilidad o el escándalo social se agudizan, los políticos toman cartas en el asunto, se movilizan y, empiezan a discurrir y a idear, como siempre, sus "soluciones" y de ahí, se empieza a construir todo el entarimado.

Espero que no se me malinterprete. No es mi intención, por supuesto, trivializar un asunto que, a mi entender, es bastante grave, sino todo lo contrario. Es que el tema de la violencia doméstica es un tema muy complejo que, desde luego, no va a erradicarse a base de soluciones progretas a lo políticamente correcto ni con juzgados de mujeres (solo falta que exijan que sus titulares sean mujeres)

y, ¿por qué no, ya puestos, juzgados de ancianos, de gitanos o de minusválidos para los casos en que el autor o la víctima detenten cualquiera de estas condiciones?. Quien comete el disparate de crear fueros especiales acaba abriendo las puertas a esta vorágine.

Mas aún, estas "soluciones" políticamente correctas pueden acarrear unas consecuencias terriblemente perversas: lluvias de falsas denuncias de malos tratos encaminadas a favorecer la posición de la denunciante en una causa de divorcio, condenas de inocentes, etc. Ya vimos las consecuencias de esa Ley del Menor tan generosa, una de cuyas consecuencias ha sido el reclutamiento de menores por las mafias, la LOGSE y su incorporación de eufemismos políticamente correctos a lo "progresa adecuadamente", fuente de uno de los mas estrepitosos fracasos escolares de los últimos tiempos

Nunca el victimismo ha sido una forma adecuada de coger el toro por los cuernos. De la violencia doméstica únicamente percibimos el violento desenlace final, un desenlace que trae causa de la existencia previa de un núcleo de tensión familiar, y que en un circuito de retroalimentación de tensiones no existen buenos ni malos, ni víctimas ni verdugos (tal vez las partes implicadas sean ambas cosas al mismo tiempo), aunque sí, el estallido final, donde una de las partes es la que siempre tiene todas las de perder.

Estos temas es preciso abordarlos, sin duda, pero abordarlos con frialdad, sin pasiones, sin involucrarse mediante con los personajes mediante nuestros clásicos mecanismos de proyección-identificación, como si fuéramos los espectadores de una película, sin aplaudir al bueno y patear al villano.